Mafalda. Destino cultural.

Así como se hace publicidad para atraer a los amantes de las experiencias turísticas, por su portento arquitectónico e histórico, religioso, político o simplemente famoso, o también, por qué no, para darse “caché”, esta columna, para seguir cumpliendo mi compromiso de veda política, tratará de invitar a quienes no hayan acudido, a la experiencia Mafalda como destino cultural, sí, Mafalda es un destino, una experiencia cultural tan grande como las que son atractivas para los turistas.

Así quiero agradecer a su creador, Quino, ese esfuerzo por mantener la luz de Mafalda por décadas. Ese dibujo de ánimo, fue, es y será un referente con poder educativo, crítico, sorpresivo, de recursos literarios, psicológicos y eminentemente políticos. El caricaturista acaba de fallecer y este es un homenaje a su persistencia y tino.

Por todos lados puede encontrar los pormenores de la aparición de Mafalda y su información. Permítame ofrecerle una reflexión. Dirá Usted, que aburrido reflexionar por un personaje de las llamadas tiras cómicas que venían y aún vienen en los periódicos.

Y es que Mafalda más que una tira cómica, es un círculo cultural cerrado, una tira trágica, política, poética, romántica, novelesca, comedia, de humor negrísimo, que describe a través de un supuesto mundo infantil, que de infantil tiene muy poco y por supuesto contiene  todas las exigencias de un arte gráfico. No sé si Usted sepa que originalmente el comic de Mafalda se publicó en 1962 para promocionar la línea de electrodomésticos Mansfred de la empresa argentina Siam Di Tella. Esto fue después de que Miguel Brascó, publicista y amigo personal de Quino, le propusieran crear un cómic que atrajera la atención de amas de casa y en general para que representara a la clase media argentina. Desde 1964 hasta 1973, Mafalda  se desarrolló como una tira cómica de niños y pasó a ser un testimonio de bagaje ideológico y de crítica social. Para cuando la dictadura militar arrebató el poder en 1975, Mafalda había dejado de publicarse ya por dos años; pero no fue hasta 1976 en la masacre de San Patricio (cuando tres sacerdotes y dos seminaristas fueron asesinados en el barrio de Villa Urquiza, Buenos Aires), que el cómic de Mafalda fue utilizado como crítica hacia los actos genocidios dictadura militar argentina.

Mafalda fue metiéndose, a través de esa caricatura, en el interés de varias generaciones simultáneamente porque niños y adultos eran atraídos por las habilidades narrativas de Quino. Hay que decir que es extremadamente difícil tener la atención en un mismo objeto cultural a niños y adultos. Y no hablo de cualquier atención porque usted me dirá que Disney hace lo mismo, sí, pero no con la calidad de experiencia mental de Quino. En una misma caricatura Quino ofrece grados de dificultad y distintos estratos de lectura. Puede denunciar a una dictadura, describir una escena doméstica de clase media, hacer sarcasmo con una relación de pareja, ofrecer un bofetón a la economía de un país, una expectativa social, como las vacaciones y de remate un final de humor negro de una niña que se da cuenta de las contenidas frustraciones de sus padres.

Sí, así como nuestro maestro Rius, las intenciones finales de Quino fue crear conciencia de lo que se estaba viviendo en su país, pero fue tal su calidad simbólica que rápidamente Mafalda se convirtió en un ícono de protesta, de incomodidad en su propio hábitat,  de conciencia triste, incluso de amargura porque a pesar de las luces de Mafalda se deja sentir que se está en un mundo sin escapatoria en el que se pueden encontrar momentos de plenitud de disfrute de estar vivos.

Mafalda incluso tiene propiedades filosóficas. Con una sola imagen, imagen que recorre el mundo, le manifiesto mi respeto de agudeza que llega a la desesperación metafísica. Recuerda Usted a Mafalda que está al lado de un globo terráqueo escolar del que visiblemente está girando u ella con una expresión de vértigo, dice: “¡Paren al mundo, me quiero bajar”! Pues sí, la velocidad de los acontecimientos, de los errores, de la persistencia de las ambiciones, de los imaginarios colectivos nocivos, de la falta de acciones para transformar la realidad, de vivir en una secuencia administrada de experiencias anestesiadas y de nuestro apego al costumbrismo, han propiciado que una niña, con el conocimiento de todo ello, obviamente se quiera bajar de este mundo.

Y veamos los recursos en los personajes que contrastan con Mafalda y muestran características de los perfiles humanos: Manolito un ser que piensa exclusivamente en las ganancias económicas sin interés ni capacidad de los asuntos culturales o históricos, un niño ferozmente adiestrado por su padre, incluso con violencia y corte de todas las expectativas de una infancia de juego, incluso dogmatizado ideológicamente como un personaje de derecha, así como  Susanita, que puede ser un personaje de corte cruel que carga con toda la representación y simbolismo de una mujer formada por un régimen machista y discriminatorio. Susana es una personita delicada, preocupada por su apariencia, demandante de atención, y enfocada a cumplir su rol de madre y esposa, cuando le llegue el momento. Susanita es un referente de conflicto con sus amigos que continuamente cierra sus presentaciones en la tira cómica con un disgusto, sintiéndose superior a los demás. Posiblemente este trío de niños sea el núcleo que concentra una descripción de una situación social de comunicación imposible.

Por ello le convoco a revisar o a conocer este destino cultural que ha hecho sus impactos en la forma de conocer los matices de nuestra propia situación histórica, la situación de la mentalidad burocrática y las expectativas de nuestra propia vida o de nuestro propio coraje por las injusticias, por las contaminaciones al medio ambiente. Usted recorrerá todas las emociones en esta tira total que incluso la puede encontrar en su totalidad en Internet. Los recursos pedagógicos de esta saga tienen  uso académico y han sido estudiadas en varias tesis de licenciatura, maestría y doctorado. El fenómeno Quino sigue propiciando efectos con su acidez, con sus latigazos verbales, con sus desplantes psicológicos y sus soluciones contundentes como aquella caricatura en donde el hermano menor de Mafalda está cerca de un gran televisor de los setentas viendo una telenovela en la cual una pareja se besa con peculiar frenesí y después uno de ellos se aleja y el otro queda llorando efusivamente y el bebé, se retira el chupón de su boca y lo ofrece al personaje desolado. Todo altamente simbólico y añadiendo la lógica infantil como una bofetada de tono psicoanalítico.

” Cultural y cultura en una identidad” Octavio Almada

@octavioalamda1

@ElCobanaro

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