Noveles Nobel

Octavio Almada Palafox

Me gusta la política. Aún no creo que sea una ciencia porque la ciencia se apoya mucho en las repeticiones, en la estabilidad de los resultados de los experimentos, en las fórmulas. Y la política no. Siempre está en un gran umbral de incertidumbre, en irregularidades, en una franca observación de temas psicológicos y en una variedad de temas que es imposible dominar; pero sobre esos temas hay que tomar decisiones. En la cultura de todos los días la política se desdeña, se ve mal, incluso hay personas que la ven como una parte maligna de la sociedad. Nuestra naturaleza que tiende a refrendar su identidad, encuentra en lo exterior su campo en donde su identidad tiene que mantenerse todos los días y es en los asuntos de los demás en donde es muy propicio encontrar adversidades, muchas imaginarias, para que nuestra identidad se nutra. La política es una forma de sobrevivencia, de estabilidad, una especie de estrategia múltiple, en la cual si no vemos los riesgos, somos neutralizados, utilizados. Por eso en nuestras decisiones y las decisiones que nos envuelven, también hay asuntos oscuros, irreconocibles, casi desconocidos porque necesitamos sobrevivir, sí, en las suavidades de una cotidianeidad tranquila o en escenarios de peligro explícito.

Por eso también nos agrada la ciencia, y las humanidades, porque nos abren los sentidos a la sensibilidad y al asombro, nos hacen prever, descubrir experiencias, casi horrorizarnos y vibrar, darnos esperanza con sus investigaciones profundas y cantar esa esperanza o describirla como es el campo literario. Bien, todo esto se los trato de presentar porque el tema que nos ocupa, en términos de ocupación y de necesidad, es echar una mirada a eso que no entendemos del todo o casi nada, a los premios Nobel. Y los Premios Nobel reúnen todo eso que les acabo de mencionar. Todo.

Y cuando nos ponemos a pensar qué tiene mi vida que ver con los premios Nobel, si ni los entiendo o no me interesan todos o no veo que impacten en la supervivencia de la civilización, pues puede tener razón porque muchos asuntos de los premios Nobel, ni nos van ni nos vienen, eso creemos. Por ahora déjeme presentarles los ganadores de este dificilísimo año. Tengo el reto de hacérselos interesantes. Ahora quiero también entrar al ámbito de aparente exclusividad y dificultar y recrear las emociones y experiencias que nos ofrecen. Sé que también en este tema muchos no están de acuerdo con los premios, pero así son los asuntos humanos. Jamás estaremos de acuerdo con todo, afortunadamente.

Empecemos por el de la Paz, mucho en este tema es político porque hay que deliberar si los empeños de los seleccionados cumplen con una labor de construcción de Paz en un mundo tan empeñado a los conflictos violentos. Pues en este año lo ganó el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la Organización de Naciones Unidas (ONU), con sede en Roma. Esto es un reconocimiento al trabajo del personal que arriesga su vida todos los días para llevar alimentos y asistencia a más de 100 millones de niños, mujeres y hombres que padecen hambre en todo el mundo”. Sabíamos eso? Muchos no, pero el Nobel propicia que lo conozcamos y tal vez no nos toque o no necesitemos ese beneficio pero creo que Usted agradece ese trabajo. Bueno pero, ¿Qué tiene que ver con la Paz ese programa alimentario? Pues que el hambre genera violencias de toda naturaleza y arroja a la gente actos desesperados. Es una cuestión ética y una cuestión para detener violencia. “para impedir el uso del hambre como arma de guerras y conflictos”. El jurado el Nobel sostiene que la erradicación del hambre es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El Programa asistió en 2019 a 97 millones de personas en 88 países, fundamentalmente con ayuda humanitaria en emergencias, rehabilitación y desarrollo.  ¿Leyó usted bien? En esa frase se dice: “impedir el uso del hambre como arma de guerra”. ¿Sopesa Usted todo lo que quiere decir esta frase? Hambre como arma de guerra. Millones de personas con hambre susceptibles de ser usadas como armas. Esa es parte de la naturaleza humana.

Ahora los ganadores del laurel en medicina, los investigadores Harvey J Alter, Michael Houghton y Charles M Rice por el descubrimiento del virus de la hepatitis C, el principal causante de la inflamación crónica del hígado. Esta enfermedad afecta a un total de 70 millones de personas y provoca 400.000 muertes anuales. Es, además, una de las principales causas de cáncer de hígado y de trasplante hepático. El hallazgo ha hecho posible desarrollar fármacos antivirales que “por primera vez en la historia permiten que la enfermedad se cure”. Inmenso, ¿verdad?

Pues ahí les va otro sorprendente, el de Química: Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna por desarrollar las llamadas “tijeras moleculares”, una revolucionaria herramienta para modificar cadenas genéticas con las que la ciencia espera algún día curar enfermedades hereditarias. Una de ellas, Jennifer actualmente trabaja en el desarrollo de tests de Covid-19 mediante saliva.

Ambas, y cada una a un lado del Atlántico, idearon un método que permite cambiar el ADN de animales, plantas o microorganismos con una alta precisión. Con la herramienta se pueden cortar con láser largas cadenas genéticas y permite a los científicos editar genes concretos para eliminar anomalías que generan enfermedades.

Y veamos esta rareza, el Nobel de Física: entregado a Roger Penrose, Reinhard Genzel y Andrea Ghez por sus contribuciones en la develación del fenómeno de los agujeros negro. Y diremos: ¿eso qué? Pues que eso, nos da, con mucho la dimensión humana, la eventualidad de nuestro ser, nuestra posición en un universo inmenso. No me diga que los temas de Einstein no los conoce? No los entenderemos la mayoría, pero sus trabajos nos dieron forma más adecuada a nuestra ubicación en tiempo y espacio. Ya no vivimos con la idea medieval de que el sol gira alrededor del planeta Tierra. Ya vivimos en una noción de amplitud universal, de ser un solo grano de arena en un Universo de miles de millones de playas. Eso nos pone en nuestro lugar. El trabajo de este Nobel de Física  nos forma que los agujeros negros tienen que ver con la dirección de los movimientos de las estrellas circundantes. Créame, tiene que ver con nuestra permanencia o no en este Universo. Eventualmente todo ello tiene impactos con los humanos.

Y cierro este círculo de información con los asuntos emocionales, el Premio de Literatura concedido a una mujer poeta. No se la presento, le dejo uno de sus poemas para que tenga un impacto real en su persona. Con esto me despido y agradezco sus atenciones. Ya volveremos a nuestra visión política una vez pasadas las elecciones. Porque esto de obedecer leyes tiene que ser una responsabilidad para lo que tanto mentamos en nuestra presente columna, la sobrevivencia.

“En nuestra familia, todos aman las flores. Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas: sin flores, sólo herméticas fincas de hierba con placas de granito en el centro: las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras llena de mugre algunas veces…Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo. Pero en mi hermana, la cosa es distinta: una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de ladrillo. Cada primavera, espera las flores. Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende que es mi madre quien paga; después de todo, es su jardín y cada flor es para mi padre. Ambas ven la casa como su auténtica tumba. No todo prospera en Long Island. El verano es, a veces, muy caluroso, y a veces, un aguacero echa por tierra las flores. Así murieron las amapolas, en un día tan sólo, eran tan frágiles…

” Premio Nobel, cada instante en el corazón” Octavio Almada

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