La verdadera historia de Caperucita Roja es de terror

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Originalmente «Caperucita Roja» era una historia sangrienta y de terror para que las adolescentes no se dejaran convencer de «cualquier lobo». En el cuento el lobo invita a Caperucita a consumir la carne y sangre de la abuela.

Mucho antes de que los Hermanos Grimm popularizaran su versión de esta historia, en el siglo 14 los campesinos en Italia solían contar una historia llamada «La finta nonna,» que significa «la falsa abuela». Aunque es bien parecida a la versión que conocemos ahora, hay unas diferencias claves. Primero que todo, la chica en la historia no tiene una capucha roja, el lobo es en realidad un hombre lobo, y al final del cuento, él gana (ningún cazador salva el día.)

Además, en vez de solo comerse a la abuela de la chica, el hombre lobo engaña a la Caperucita para que se la coma con él. En algunas versiones, el lobo engaña a Caperucita para que se desnude para luego comérsela cuando está en la cama. En otras versiones ella escapa.

La primer versión escrita de la historia fue Le Petit Chaperon Rouge de Charles Perrault. Esta fue la primera vez en que la capucha roja fue añadida a la historia. Y fue con la intención de que las jóvenes damiselas tuvieran cuidado de los hombres, representado por el lobo.

Los Hermanos Grimm basaron su versión en la historia de Perrault. Sin embargo, ellos le añadieron un final feliz donde un cazador aparecía al rescate de la pequeña Caperucita y su abuela del estómago del lobo.

Y para no dejarlos con la intriga de cómo era el cuento de Perrault, se los dejo a continuación:

Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela. Mientras la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó y le preguntó adonde se dirigía.
– A la casa de mi abuela, le contestó.
– ¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
– El camino de las agujas.
El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama. La niña tocó a la puerta.
– Entra, hijita.
– ¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche.
– Come tú también, hijita. Hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; mientras lo hacía, un gatito dijo:
– ¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela!
Después el lobo le dijo:
– Desvístete y métete en la cama conmigo.
– ¿Dónde pongo mi delantal?
– Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.
Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la niña hacía la misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba:
– Tírala al fuego; nunca más la necesitarás.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó:
– Abuela, ¿por qué estás tan peluda?
– Para calentarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes?
– Para poder cargar mejor la leña, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
– Para rascarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
– Para comerte mejor, hijita. Y el lobo se la comió.”

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