En primera instancia reitero mi compromiso de no tocar temas que puedan entrometerse en asuntos electorales. Incluso ya existe una pertinente solicitud de que todo aquel que quiere entrarle a una elección que renuncie antes del 30 de octubre. Muy bien.
Pues regreso al tema del título. La utopía. El ser humano es utópico por naturaleza: desea un mundo mejor, imagina un mundo donde se dé el respeto, la paz. La utopía es legítimamente una necesidad espiritual pues quien no quiere un mundo mejor. Pues aunque usted no lo crea hay personas, desafortunadamente muy poderosos que el mundo tal cual está le conviene a sus negocios. Y mucho de la situación que vivimos se debe precisamente a las utopías negras, aquellas que desean todavía un mundo en el cual puedan acumular mayor riqueza sin restricciones.
Pues bien, desgraciadamente, el viejo anhelo de paz perpetua o de mundo mejor como que se nos está cayendo. Antes de la pandemia la desigualdad social, las guerras en el mundo actual (Yemen. Tras casi cinco años de guerra en Yemen, el país se ha convertido en el escenario de una de las peores crisis humanitarias del planeta, Irak, Siria, Sudán del Sur, Somalia y Afganistán), antes, le digo no había ningún viso de que el camino humanitario se dirigiera hacia un destino promisorio. Las energías utópicas, aunque presentes, no han logrado cimentar o asegurar que nos orientemos por el deseo de bienestar.
Y de repente que nos cae la pandemia y que colapsa al mundo, lo frena, lo consterna, lo asusta, lo preocupa y daña cualquier flanco a los asuntos humanos. Aún hay grupos de personas que están en la incredulidad o en la franca rebeldía. Lo cierto es que el virus ya trastornó esa expectativa de vida futura que no habíamos imaginado.
La permanencia de este virus, las previsibles mutaciones y los que naturalmente se generan han revolucionado a la especie humana. ¿Por qué digo esto que puede parecer una injuria? Pues sí, pese al esfuerzo de millones de personas por salvar la especie, el ambiente, el ecosistema, las contaminaciones y los abusos de toda naturaleza; pese a las solidaridades para detener el avance de las causas que nos arrojan a la catástrofe; pese a las legislaciones recientes que consideran las recomendaciones, pese a ello, la tendencia seguía igual. Los daños letales que ha propiciado este virus ha propiciado que la humanidad realmente se sacuda y deje de pensar y se ponga a actuar, ya. Veamos, la fantástica idea de ciudad en la que millones vivimos, es ahora una mala idea, el hacinamiento, la movilidad, las costumbres de ciudad, las formas tradicionales de convivencia son un caldo de cultivo para que el virus, sus mutaciones y los virus por venir se multipliquen. Así que la letalidad del virus será ahora lo que genere las descentralizaciones de las ciudades. La ocurrencia de centralizar la administración pública, la política y las instituciones, fue una ocurrencia letal que siglos después desarrollaría su negatividad; la falta de políticas demográficas también está cobrando su cuota negra. El planeta no puede soportar la descomunal demanda humana, la llamada huella ecológica que cada humano imprime al planeta es demasiada. Ya no será por convencimiento cultural y educativo el respeto a la naturaleza, será obligatorio porque a eso hemos llegado; se tendrá que regular el consumo que nos impulsa velozmente al riesgo planeta.
La educación nunca pensó en desarrollar su vertiente en las tecnologías de la información en altas velocidades y exigencias. Véalo usted, millones de educandos suplantando el aula física de la escuela por la virtualidad. El confinamiento apresurará el desarrollo de las variables educativas cibernéticas. Estamos aún en la edad media de ello. El retorno escolar no será posible como anteriormente se hacía con el hacinamiento de 50 escolares en cada aula de las escuelas públicas. Y ese hacinamiento estaba mal de principio es decir, eso se tendrá que resolver por las urgencias de la nueva normalidad. Por ello será necesario que los discursos y la toma de decisiones de los gobiernos del mundo tendrán que homogeneizarse. Nunca antes las naciones tuvieron que obligatoriamente coordinarse para el fin de aminorar el virus o buscar la vacuna. Aún privan intereses políticos y de las farmacéuticas pero ya a muchos países les está cayendo el veinte e que en esto vamos juntos o nadie va. Las nuevas generaciones que tuvieron un rito de iniciación del futuro de casi ocho meses, más los que faltan inventarán las nuevas formas que irán desde las maneras de divertirse, de entretenerse, de reunirse, de saludarse, incluso.
Es dable pensar en el galimatías y dilemas que el virus metió a las economías y sobre todo a la fría y agresiva economía capitalista que hará hasta lo imposible por adaptarse a las nuevas exigencias.
En fin que el virus tal vez apresure las medidas que debimos tomar desde hace cincuenta años. Y su fatal amenaza es de muerte. Qué pena que la humanidad requiera de estas lecciones para que configure su camino hacia la supervivencia de la especie y no en la vía suicida en donde se había neciamente plantado.
Vienen otros imperativos y amenazas para la especie, entre ellas el cambio climático, el desarrollo de las super bacterias por nuestro desmedido consumo de antibióticos y por supuesto la previsible aparición de nuevos virus o nuevas amenazas a la especie. A esto nos llevó la vieja educación, el individualismo, la competencia, los modelos empresariales, los sistemas económicos de la desigualdad social. Esperamos ahora que no se nos olvide la lección porque inevitablemente vendrán lecciones de otro nivel.
” El sentir y el estar dentro de una utopía es caminar” Octavio Almada
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