SEP y PISA 2023 : Sin novedad en el frente

Por Dr. Guillermo López Franco

Por Dr. Guillermo López Franco

En 1929, el escritor alemán Erich María Remarque publicó el libro Im Westen Nichts Neues para retratar el lado más crudo de la Primera Guerra Mundial. Usted quizá no ha leído el libro, pero seguro ha escuchado la frase “Sin novedad en el frente”. Esa afortunada traducción del título original se ha vuelto muy popular y se ha vuelto una expresión típica para describir una situación repetitiva, cotidiana, casi con resignación.

Tal vez no haya mejor expresión para describir la sensación que queda después de un martes completo de seguir la cobertura en medios de los resultados publicados por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico sobre su famosa prueba PISA que evalúa las competencias de estudiantes de 15 años en las áreas de lectura, matemáticas y ciencias. Cada tres años, miles de estudiantes de cada uno de los 38 miembros de la OCDE participa en la prueba que también se aplica en países asociados e invitados. Para esta edición se contó con la partición de 81 países en total, con una muestra de más de 6 millones de estudiantes de los cinco continentes. Debido a la pandemia y a las medidas de seguridad sanitaria, la prueba programada para 2021 tuvo que posponerse hasta la primavera de 2022, por eso apenas tenemos este análisis internacional apenas a finales de 2023.

Los resultados de la última edición de la prueba confirman lo esperado. La caída en los puntajes promedio fue dramática. El propio reporte de la OCDE apunta a que fue la caída en los promedios más dramática en los más de 20 años de prueba. Algunos casos, como el de Finlandia, muestran que perdió 23 puntos en Matemáticas, 30 puntos en lectura y 11 puntos en ciencias, muy lejos de los primeros lugares que alcanzó en varias ocasiones previas. De hecho, los países europeos sufrieron una caída significativa en el ambiente generalizado de retroceso en el desempeño.

De acuerdo con las estimaciones de la OCDE, los retrocesos en educación equivalen a entre un semestre y un año escolar. Podemos decir que, a nivel internacional, pareciera que los estudiantes se quedaron sin estudiar por varios meses.

México, como miembro de la OCDE, ha participado en las pruebas aplicadas desde 2000  y, como seguramente usted sabe, sus resultados han sido consistentemente malos. Prueba tras prueba, México ha aparecido por debajo del puntaje promedio de los países de la OCDE, como se puede ver en el siguiente gráfico, el promedio de los estudiantes mexicanos en las tres áreas nunca ha superado los 430 puntos, muy lejos de los 470 a 490 que marcan el promedio de los puntajes en la OCDE. Este año, a partir de las pruebas aplicadas  Los puntajes perdidos por los estudiantes mexicanos fueron de 14 en Matemáticas, 5 en Lectura y 9 en ciencias, alcanzando el penúltimo lugar entre los países miembros de la OCDE.

Los titulares de los periódicos fueron abundantes para hacer notar el escándalo. Como ha sucedido cada tres años, la educación vuelve a ser tema de escrutinio público y pueden verse circular gran cantidad de opiniones al respecto. Hay publicaciones y analistas  que se han centrado en  el retroceso o estancamiento de los resultados y muestran la información de que, por ejemplo, menos del 10% de los 6288 estudiantes participantes lograron estar entre los dos niveles más altos de desempeño, incluyendo menos del 1% de estudiantes sobresalientes en matemáticas. Desde esta perspectiva, una catástrofe.

También está un enfoque más relacionado con la educación comparada. Se sopesan poblaciones, riqueza relativa y características de los distintos países. Por ejemplo, dentro de los países latinoamericanos, México sólo fue superado por Chile y Uruguay en los resultados de las tres áreas. Considerando que Chile y Uruguay son países más pequeños y menos poblados que México, el rezago parece menos severo que en Brasil, que es un país mucho más grande y poblado. Si analizamos el promedio de las pruebas, veremos que los resultados han mostrado un declive constante en las tres áreas, por lo que el estancamiento de México se explica dentro de un marco mundial de escasos progresos.

Una tercera perspectiva se dirige a cuestionar los fundamentos y validez conceptual y metodológica de la prueba. Por ejemplo, en México no han faltado las posturas que hablan de un ejercicio impuesto por organismos internacionales, que la realidad del aula es mucho más compleja y que, además de que la prueba está desarrollada dentro de un paradigma que no necesariamente se ajusta a los modelos didácticos y planes de estudio de otros países, por lo que los resultados no pueden verse en términos absolutos sobre la calidad de los sistemas educativos alrededor del mundo.

O por último tenemos posicionamientos como los de la Secretaría de Educación Pública. En la noche del 5 de noviembre, varias horas después de que los resultados circularan en Internet, la SEP emitió un comunicado en donde afirman que “Las pruebas internacionales estandarizadas no consideran las condiciones reales en las que se desarrolla el trabajo docente, así como los procesos situados de la enseñanza y los aprendizajes en las aulas de los distintos países.” Y que  “Los resultados que da a conocer PISA no demuestran cambios significativos respecto a las ediciones anteriores de esta evaluación. Nuestros estudiantes presentan retos en las tres áreas evaluadas: matemáticas, español y ciencias, lo que confirma que era necesario un cambio en el modelo educativo, situación que se agravó por la emergencia sanitaria.”

El posicionamiento de la SEP muestra que, lejos de constituir una fuente de información, la evaluación de PISA no resulta un ejercicio relevante para los administradores del sistema educativo porque muestra que México sólo siguió una tendencia. Siendo que no hubo avances notables en e pasado, la Nueva Escuela Mexicana era una reforma necesaria para tomar un rumbo completamente distinto al de un modelo fracasado.

Sin embargo, frente a tales argumentos habría que preguntarse ¿por qué algunos países sí han mejorado? Por ejemplo, el caso de Singapur, Japón, Corea del Sur y Taiwán, que mostraron resultados más que favorables para colocarse al tope de la lista. O el caso de Suiza, que tuvo un retroceso de apenas 1 punto en lectura y ganó bastante en el área de Ciencias.

Pero no vaya el lector a pensar que esto se trata de ver quién tuvo las mejores calificaciones. Cada punto en PISA significa una gran cantidad de trabajo, años de formación. Por eso el retroceso en los promedios resulta tan preocupante, porque indica que no se han conseguido aprendizajes de calidad durante la formación de los estudiantes. El que la SEP diga que no hubo pérdidas significativas y que el escenario no es muy diferente al de otras evaluaciones anteriores es una forma de admitir que 20 años de trabajo, incluyendo 5 de esta administración, no han logrado asegurar siquiera que la calidad de la educación en México en 2023 sea mejor que la que había en 2003. Al contrario, se retrocedió.

Hay mucho más que discutir sobre el informe PISA por la extensa cantidad de datos disponibles. Sin embargo, en este momento estamos viendo una secuencia conocida. Los resultados son publicados, los medios en México le reservan un lugar en primeras planas, hay gran cantidad de análisis y opiniones, se refuerza la idea de que la calidad educativa está en niveles críticos y la SEP lanza una respuesta institucional dando a entender que el problema no es tan grave y que ya se tomaron medidas. Sin novedad en el frente.

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