Discutir es sano cuando se quiere llegar a una conclusión común, cuando el objetivo es el entendimiento y se mantiene en todo momento el respeto a las personas con las que se discute. Sin embargo, cuando ya no se aplica el sentido común, se pierden las formas, o solo se busca la confrontación ha llegado el momento de batirse en retirada.
Para evitar llegar a situaciones poco agradables, o directamente dañinas, te recomendamos poner en práctica este decálogo:
- Entender que es normal que existan conflictos. Es imposible estar de acuerdo siempre con los demás. Igualmente, es imposible que todo el mundo nos caiga bien. En las situaciones en las que se produce un desacuerdo con alguien que nos genera rechazo o que tiene valores o prioridades muy diferentes a las nuestras es más fácil que se dé un conflicto o una discusión dañina.
- Diagnosticar la situación adecuadamente. Cada situación es distinta y requiere una solución específica. En ocasiones lo más sabio puede ser asumir que hay desacuerdos que es mejor dejar pasar. Otras veces, lo adecuado es no dejar pasar más el tiempo y tener una conversación que, aunque sea incómoda, evitará que el problema se haga más grande.
- No asumir las motivaciones de la otra persona. En las situaciones de conflicto a veces nos parece ver la situación y los porqués con total claridad. Sin embargo, los sesgos de la emocionalidad de la situación nos juegan a veces malas pasadas. Por eso no debemos asumir nuestra versión de lo sucedido sin tantear antes al resto de implicados.
- No conviertas el conflicto puntual en bandos enfrentados. El conflicto mantenido, a veces, lleva a situaciones de ruptura, por ejemplo, catalogando a la otra persona con una etiqueta que nos aleja definitivamente de ella. Antes de llegar aquí conviene preguntarse si no hay puntos o necesidades comunes. Pensar en lo que nos “une” suele ser un buen antídoto para evitar distanciamientos crónicos.
- Entrar suave favorece la comunicación. Entrar en una discusión con mucha intensidad o con mucha ira puede poner a la defensiva a la otra persona. Puede ser que sea algo que dice la otra persona lo que nos activa muchas emociones. En cualquier caso, si llegamos a esta situación suele ser mejor posponer la discusión a otro momento.
- Escuchar bien soluciona conflictos. Antes de formular nuestra propuesta de solución es bueno profundizar en cómo ve las cosas la otra persona. A menudo este esfuerzo extra para entender el origen del conflicto y la visión de los demás nos puede dar muchas pistas para ajustar nuestra propuesta y que ésta sea satisfactoria para las dos partes.
- Dar el primer paso, clave en la solución. En ocasiones, el primer paso consiste en abrir una vía de comunicación, en otros casos lo que hace falta es que una de las partes dé el primer paso en pedir disculpas tras una acalorada discusión. No hay que olvidar que a menudo, la otra parte reaccionará también disculpándose por su parte de culpa. Alguien tiene que dar el primer paso. La persona que lo hace suele ser más valorada por el grupo, y a largo plazo se siente menos culpable.
- Si la otra persona grita, amenaza o insulta, usa el reflejo. Los problemas se convierten en conflictos graves cuando una de las partes empieza a perder el control, eleva la voz, dice algo que es ofensivo, y la otra parte hace lo propio. Ante esa situación antes de reaccionar atacando, o respondiendo de la misma manera, es mejor parar y simplemente reflejar lo que está haciendo la otra persona: “¿te estás dando cuenta de que estás haciendo X?”. Si esto no hace que se retome una comunicación aceptable, lo mejor suele ser posponer la conversación hasta que la persona nos asegure que no va a mantener esas actitudes.
- Buscar apoyo en otras personas. A veces no encontramos soluciones para un problema porque estamos dentro de él. Cuando las cosas se ven desde fuera puede resultar más sencillo dar ideas o ayudarnos a enfocar mejor el tema. Antes de tomar un camino que no tiene vuelta atrás, mejor consultarlo con la almohada… y con una persona de confianza.
- Ante un conflicto imposible, mediadores profesionales. Puede parecer una solución extraña, pero resulta muy eficaz solicitar el apoyo de un/a mediador/a profesional. A menudo supone un ahorro de tiempo, energía e incluso de dinero invertir en un profesional que está acostumbrada a lidiar con conflictos que aparentemente son de imposible solución.