Algunos de los inventos que cambiaron la historia de la comida para siempre

El ingenio y la ciencia se han dado la mano aquí para mejorar, perfilar y, en muchos casos, sencillamente crear un molde de seguridad sanitaria, pero también para acomodar el cocinado diario

Estos días de playa y piscina hay algo que rara vez puede faltar, pero ¿quién “inventó” el tupper? ¿Cómo pasamos del horno al microondas? ¿en qué momento aparecieron las neveras? Incluso las comidas más simples que comemos hoy en día, como esa ensaladita que te llevas a tu jornada en el mar son posibles gracias a importantes innovaciones en la historia de los alimentos.

 

El ingenio y la ciencia se han dado la mano aquí para mejorar, perfilar y, en muchos casos, sencillamente crear un molde de seguridad sanitaria. Aunque poco a poco, lograda esta, se ha ido transcurriendo hacia la búsqueda de mejor calidad de vida y, más aún, hacia la facilitación del bienestar diario, lo primero que hay que considerar para entender un invento como importante es su capacidad de mejorar de forma sustancial el acceso a alimentos seguros y de calidad.

No lo decimos nosotros, sino la ‘Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural’ (‘Royal Society’). Desde esta institución, han publicado una lista formada por los 20 inventos e innovaciones más importantes del mundo de la alimentación. En concreto, un equipo de 45 científicos de alto nivel ha sido el encargado de seleccionar, de entre 100, las 20 principales innovaciones en el campo de la seguridad y producción de alimentos teniendo en cuenta cuatro criterios básicos: la accesibilidad, la productividad, la estética y la salud.

El tenedor

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Fuente: Unsplash.

El primero no podía ser otro. Los primeros cubiertos se remontan al Antiguo Egipto, pero no surgieron a la vez: el tenedor no aparecería hasta mucho más tarde que la cuchara. El tenedor, en concreto, no se hizo popular hasta entrado el siglo XVIII. Llegaron, por supuesto, a los comedores de palacio. No obstante, Luis XIV todavía comía con los dedos, como casi todo el mundo en la época. Y más tarde con Luis XVI no era extraño ver comer al rey y a su corte “con la punta del cuchillo”.

En 1874, al médico estadounidense Samuel W. Francis se le ocurrió unir cuchara y tenedos en un mismo utensilio, y luego pensó en ir aún más lejos: crearía un híbrido cuchara-tenedor-cuchillo. Lo hizo, con patente incluida, pero aquel nuevo instrumento de Francis no despegaría hasta la década de 1950, cuando Hyde W. Ballard registró el nombre ‘spork’ y la explotación del plástico facilitó su fabricación. Sin embargo, Francis murió en 1886 sin saber que su inteligente herramienta para comer se convertiría en algo imprescindible para la sociedad del futuro.

El frigorífico

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Fuente: Unsplash.

En la Antigüedad, encontrar una manera de mantener fríos los alimentos frescos para que no se deterioraran rápido ya era tan importante como el hecho de cocinarlos. Así, hace más de 3.000 años ya practicaban métodos de refrigeración en China. Aunque rudimentarios (recolectando hielo y almacenándolo), era mejor que nada. Poco a poco, los egipcios, indios, griegos, hebreos y romanos fueron perfilando esta práctica desarrollando nuevas formas de enfriar alimentos y bebidas, siempre a partir del hielo. El frigorífico más antiguo hasta la fecha parece ser el yakhchāls de Persia.

Desarrollada alrededor del año 400 a. C., se trata de una cúpula puntiaguda diseñada así para que mantuviera el hielo en un clima desértico cálido: había que tener cerca un acueducto, del que el agua correría alimentando una cámara excavada profundamente en la arena fría debajo de la estructura. Aunque estas casas de hielo a veces también presentaban mecanismos de captura de viento que desviaban la brisa bajo tierra, donde se enfriaban. A este proceso lo llamaron bâdgir, y sorprendentemente todavía se usa como principio arquitectónico en el desierto en Irán.

Llegados a este punto de la historia cabe matizar que en esta lista de inventos e innovaciones alimentarias destacan, sobre todo, los concebidos en los últimos siglos, lo que no quiere decir que previamente no hubiera tantos otros cuanto menos necesarios para que los inventos modernos llegaran a nuestras vidas. Por orden, primero fue la refrigeración artificial, algo que se logró demostrar en 1748; la pasteurización, en 1862, y la lata de conservas patentada de hojalata en 1810.

El abrelatas

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La conservación es asunto principal entre los mayores avances en la historia de la alimentación. Aunque hoy en día nos saquen de tantos apuros que en muchas situaciones pensaríamos que no podemos vivir sin ellas, las conservas modernas (más o menos tal y como las conocemos hoy no llegaron hasta principios del siglo XIX.

Fue encontes cuando la necesidad de poder comer comidas nutritivas fuera de casa se hizo más factible con los cada vez más habituales viajes largos, pero aquello era un salvavidas también para los inviernos duros. Tan importante como el proceso de enlatado es el invento que hizo que las latas fueran más fáciles de usar. También resulta aún más curioso, ya que lo creas o no, el abrelatas llegó casi cinco décadas después de las primeras latas de metal. ¿Que cómo se las apañaban antes? Pues literalmente cincelando los recipientes.

Aquí existe cierta controversia sobre su origen: ¿Lo inventó el británico Robert Yates o el inventor estadounidense Ezra J. Warner? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo que sí sabemos es que Warner llegó a patentar su diseño en 1858, lo que lo sitúa, al menos, como uno de los primeros abrelatas conocidos. Eso sí, aquel diseño no era muy similar al actual. Aunque ya en 1803 se había logrado desarrollar un método para conservar alimentos mediante calor y recipientes herméticos, estos eran de cristal, gracias a las latas se ha podido ampliar la vida útil de algunos productos hasta cinco años.

El horno

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Fuente: iStock.

Es posible que el horno moderno fuera construido en Francia, a finales del siglo XV, y poco tenía que ver con los actuales, pero sí lo más importante: su función. Aquel primer horno (o al menos de los primeros) estaba hecho completamente de ladrillo y azulejos, incluyendo el conducto de humos que debía tener para evitar desastres mayores.

No obstante para hablar propiamente de este electrodoméstico de hoy hay que remontarse aún más en el tiempo. Para empezar, entendemos el fuego como uno de los descubrimientos más importantes en la historia de la humanidad. El calor de las llamas fue importante para un sinfín de gestos, pero incluso cuando la gente comenzó a cocinar con ello, había muchas cosas imposibles sobre una llama abierta. El simple hecho de cocinar de manera uniforme todos los alimentos, para lo que además se necesitan temperaturas controladas, sería tarea imposible hasta la llegada de los hornos.

Los primeros hornos surgieron hace 30.000 años en Europa Central y consistían en un gran pozo excavado en la tierra revestido con piedras conductoras de calor

En realidad, los primeros hornos surgieron hace 30.000 años en Europa Central ante esta necesidad. Consistían también en un gran pozo excavado en la tierra, pero nada que ver con la estructura de las cámaras refrigeradoras. Revestido con piedras conductoras de calor en este caso, se generaban brasas en su interior y más tarde se buscaba que las cenizas calientes de estas proporcionaran un calor constante. La comida se introducía por un orificio y se cubría con una capa de tierra encima que mantenía ese calor contenido.

Desde el hāngi maorí hasta los clambakes de Nueva Inglaterra, los hornos subterráneos todavía se usan para celebraciones en todo el mundo hoy en día, aunque lo que cocinamos con ellos ha cambiado un poco a lo largo de los milenios. Pero claro, cocinaban muy despacio, y comer así podía conllevar horas y horas. Desde luego, no era para cualquiera que estuviera sujeto a horarios. Sin embargo, ofrecían una calidad de cocinado única: un proceso que llevaban a cabo a bajas temperaturas, descomponiendo los componentes de los alimentos y facilitando así la absorción de sus nutrientes. Con el paso del tiempo, su potencia fue mejorando a favor de la velocidad industrial.

El microondas

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Fuente: iStock.

La historia de los pequeños electrodomésticos que pueblan nuestros hogares suelen ser más desconocidas que las de los de gran tamaño (y eso que son más recientes que estos). El microondas es, de todos, el que más usas probablemente. De hecho, hay quien lo prefiere al horno no solo por cuestiones económicos (su funcionamiento es más económico en cuanto a electricidad) sino también poque hace las funciones de horno pero mucho más rápido. Los modelos actuales, de hecho, permiten todo tipo de funciones a una gran velocidad. Los hay de de todos los tamaños y colores, con más o menos opciones. Algunos tienen tantos botones que aún hoy parece máquinas del futuro, pero para llegar a ella se pasaron por muchas máquinas en el pasado.

Aunque su origen es un tanto incierto. Una de las versiones más curiosas apunta a que fue Percy Spencer, un ingeniero que trabajaba para la empresa Raytheon, que según explica Miquel Sintes en ‘Escritores Complutense 2.0’ se especializó en la fabricación de equipos para las necesidades que ocasionaba la guerra.

Fue entonces cuando, mientras probaba un emisor de microondas que él mismo había fabricado, decidió comer algo. No encontró más que una chocolatina completamente deshecha, como una masa. “El ingeniero se dio cuenta de que las ondas del dispositivo que diseñó estaban calentando el chocolate. Para asegurarse de que su conjetura era correcta, al día siguiente, Spencer y su colega realizaron un experimento en el que descubrieron cómo funcionan las microondas en los huevos. Expuesto a radiación con una potencia de 10 kW, este explotó muy rápidamente”. Nada que no pudiera perfeccionar construyendo vallas para aumentar la densidad del campo magnético. En 1945, aquel dispositivo para cocinar mediante ondas magnéticas estaba listo y registrada su patente. Sin embargo, explica Sintes, se necesitaron otros 2 años de trabajo para llevar el dispositivo al alto nivel requerido en el día a día, y no fue hasta 1947 que Raytheon comenzó a producir los primeros microondas del mundo.

La batidora

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Fuente: iStock.

Otra cosa que soluciona bastante la vida actual es una batidora. La primera fue inventada por Herbert Johnston en 1908. Desde luego, ha llovido desde entonces, aunque a priori pueda parecer mucho más joven. Eso sí, no esperes que fuera muy parecida a las de ahora.

Aquel artilugio no se sujetaba con la mano como la mayoría de los modelos actuales, que son además más ligeros. Comercializada por la empresa estadounidense Hobart Electric Manufacturing Company, que buscaba ofrecer a los restaurantes una versión de mesa de las grandes batidoras industriales ya existentes entonces, era un aparato fijo que se colocaba en una mesa o una encimera, imagínate.

El tupperware

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Fuente: iStock.

Lo de un recipiente utilizado para proteger los alimentos del ambiente tiene siglos, el asunto más relevante aquí es la capacidad hermética. Fue en 1946 cuando Earl Tupper introdujo las revolucionarias tapas que cerraban de esta forma, evitando así que el interior no se secara. Tupper se basó en el mecanismo de cierre de los botes de pintura.

El primer producto de la empresa ‘Tupperware’ se conoció como Tazón Maravilla, y “ofrecía beneficios únicos en comparación con los envases tradicionales: resultaba más ligero y menos propenso a romperse en comparación con el vidrio y la vajilla tradicional”, dicen desde la casa fabricante. Aun así, no se vendió como esperaban. “Se distribuyeron principalmente en ferreterías y otros puntos de venta; sin embargo, el consumidor necesitaba la demostración para comprender cómo funcionaban”.

Fue Brownie Wise quien, en 1948, vio el gran potencial de los productos y presentó una forma más eficaz de llegar a los consumidores: las demostraciones impulsarían las ventas, ya que explicaban los beneficios de su revolucionaria tapa. En aquel momento, la cocina seguía siendo un mundo restringido para mujeres, justo en el momento en que en Estados Unidos volvía a potenciarse la figura del ama de casa (como ángel del hogar). Con ellas nació la venta basada en la demostración. “Así es como muchas mujeres tuvieron la oportunidad (con las llamadas reuniones de tupperware) de construir una carrera profesional, creando una comunidad enfocada principalmente en sus familias”.

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