Nuestro sueño como padres es educar niños fuertes e inteligentes y para ello debemos fomentar el desarrollo de su inteligencia emocional, esa capacidad de conocerse a sí mismo y de relacionarse adecuadamente con los demás. ¿Cómo empezar? Enseñándoles a reconocer sus propias emociones para poder gestionarlas, tarea en la cual cumplimos un papel muy importante como sus modelos a seguir.
Cuando el niño aprende a pensar acerca de sus emociones y a identificar cómo se siente frente a situaciones específicas, tanto positivas como negativas, desarrolla su fortaleza emocional.
Solo cuando ha podido poner nombre a las distintas emociones que experimenta, será posible para él ser más sensible e identificar cómo se sienten los demás, lo que están sintiendo y mostrar empatía.
Acompañar y construir espacios de confianza
Para que el niño desarrolle su inteligencia emocional, padres y docentes, necesitamos darles espacios de confianza y seguridad para que pueda expresar, en voz alta y sin temor, todo lo que le hace feliz y también aquello que le preocupa, le asusta o le resulta difícil de manejar. Nos corresponde acompañarlos y animarlos a perseverar, ayudándolos a construir su autoconfianza.
Estemos a su lado cuando algo no le salga bien. Valorar su esfuerzo y no el resultado le ayuda a desarrollar mayor tolerancia a la frustración, manejar las situaciones de incertidumbre y actuar con firmeza y determinación.
También aprenderá a ser más cooperativo y optimista y desarrollará habilidades para hacer amigos, resolver problemas y tomar decisiones.
Además de acompañar, ¿qué más podemos hacer los padres?
Hay varios consejos que pueden servirte de guía para saber cuáles son los aspectos que puedes mejorar o reforzar en tu forma de educar a tus hijos para fomentar la inteligencia emocional:
Ser ejemplo:
Es importante recordar que nuestros niños aprenden observando la conducta de los adultos, somos sus modelos y nos convertiremos en importantes referentes en su vida.
Por lo tanto, debemos actuar con el ejemplo y manejar nuestras emociones, expresarlas adecuadamente, sin dañar a otros.
Practicar la observación y la escucha activa:
Cuando nuestros niños estén expresando sus emociones, es importante que les escuchemos con atención e interés en lo que ellos dicen. Y entonces te pusiste triste…
Ayudarlo a identificar y nombrar las emociones:
Es importante que el niño aprenda la palabra relacionada con cada emoción que experimenta: tristeza, miedo, alegría, rabia, frustración, etc. Así podrá expresar claramente cada una de ellas al sentirla. Lanzaste el juguete porque estás enojado, tienes rabia.
Guiarlo en la búsqueda de soluciones:
¿Qué podrías hacer la próxima vez si esa situación se repite?.
Brindar reconocimiento:
Felicitarlo y reconocer sus logros, por muy pequeños que sean. ¡Bien! ¡Así se hace!
Abrir espacios de comunicación:
Cuando, en tu rol de padre o maestro, estableces una comunicación franca y abierta con el niño y conoces sus preocupaciones, después él, por iniciativa propia, se acercará a ti para conversar sobre el tema.
Si tiene un conflicto con un amigo, muéstrale tu apoyo, invítalo no solo a expresar su emoción, también a pensar de qué manera puede sentirse el otro.
Hablar al niño y hacerlo sentir como un ser único, maravilloso y especial con sus propias preferencias, gustos y necesidades, le convertirá en un adulto feliz y equilibrado.