¿Qué se puede decir acerca de alguien cuando la memoria está atiborrada de lecciones, el corazón desparrama recuerdos y la pluma se desliza precisa por la preciada y concisa enseñanza recibida?
Jorge Herrera Valenzuela antes que maestro es periodista, de esos de a “deveras”, de los que se hicieron en las redacciones y en las calles, de los que están en esta profesión y digno oficio por absoluta convicción, con las manos y la conciencia limpias y aunque no le guste el término, es, sin lugar a dudas, “una vaca sagrada del periodismo nacional”. Y un abogado ejemplar.
Como bien dice con su habitual modestia no es una blanca palomita pero siempre ha ejercido con profesionalismo.
No hay reportero que se precie de serlo ( de esos forjados al calor del reporteo a pie de calle en las décadas de los 70 y 80´S) que no reconozca en él a un jefe de información como pocos, a un Director de Noticias audaz, a un docente ejemplar, estricto y hasta obsesivo con la claridad y la jerarquización noticiosa; implacable e impecable maestro en la práctica de este oficio.
Egresado de la licenciatura de derecho por la UNAM, maestro de varias universidades como la que fue su alma mater, en la Anáhuac, la Autónoma de Sinaloa, en la U de G, Tlaxcala; magistrado en retiro del Tribunal Agrario, ex profesor de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, semillero
de auténticos reporteros, y decano del quehacer reporteril, don Jorge ha sido testigo activo de la historia política y policiaca de este país desde hace más de seis décadas. Para ser exacta, desde hace 65 años que ejerce este viejo oficio sin prostituirse.
Ingresó al diario Zócalo en 1956 (19 de noviembre) y reporteó ahí la fuente educativa en su totalidad. Le tocaron además, al año siguiente, dos acontecimientos que aún hoy se recuerdan: la muerte del ídolo de Huamúchil, Pedro Infante ( Semana Santa del 57) y más tarde, “el temblor del 57” , aquel en el que se cayó El Ángel de la Independencia.
En agosto del 58 se integró a las filas del periódico La Prensa con un sueldo inimaginable: ¡treinta pesotes diarios, treinta! Ahí permaneció hasta 1978 y las anécdotas abundan. Conoció y trabajó la fuente policiaca mientras Manuel Buendía dirigió La Prensa. Así mismo durante siete años batió record siendo Jefe de Información.
Pocos como él para bucear en el inframundo de la política y el entramado policiaco; ambos, enjambres de intrigas, errores, corruptelas, desasosiegos y aciertos, sin lugar a dudas. (Para conocer de propia voz su trayectoria, léase https://soledaddurazo.com/blog/2021/12/19/las-posadas-las-pinatas-su-origen-y-su-significado/
Es autor de dos libros que, cada uno en su momento, fueron verdaderas revelaciones, reportajes de tajo y hechura ejemplar, referentes indispensables para quienes buscan ahondar en los temas que toca: el primero fue “Bob Kennedy y los asesinos sin cara, en 1968, y veinte años más tarde,
en el 88, “La radio, el PRI y el destape”, un texto de antología sobre lo que fueron las entrañas del famoso “dedazo presidencial”.
El maestro Jorge Herrera Valenzuela es, un acucioso e incisivo reportero, . Ha sido responsable de Comunicación Social en infinidad de dependencias gubernamentales tanto federales como estatales y municipales. Tiene en su haber diversos reconocimientos a su labor periodística y es un auténtico reportero de a pie.
Ha tenido a su cargo jefaturas de información tanto en prensa, radio
como en televisión; ha sido comentarista en distintas estaciones de radio como la W, Radio Universidad, radio 6,20 y, actualmente publica, entre otros muchos textos, dos columnas: Ráfaga y Alfa-omega, semanalmente en más de treinta portales de periodismo digital. Fue colaborador de Soledad Durazo en Fórmula y lo es del portal Soledaddurazo.com en donde semana a semana nos ilustra con diferentes textos.
Hacer esta semblanza-homenaje por seis décadas y un lustro como reportero, de un hombre, a la antigua, caballero amigo, periodista cabal. Respetado y admirado. Es un privilegio que la vida me da a 40 años de haber recibido la cátedra de Géneros Periodísticos que él impartía aplicando el conocimiento con la práctica de manera enérgica y contumaz.