DESBORDARSE EN LAS FIESTAS NAVIDEÑAS, PUEDE SER GRAVE
La falta de oficio político, la irresponsabilidad y el autoritarismo aunado al “importapoquismo” del Presidente de la República, propician un ambiente no visto en México, en los últimos 87 años, que abarcan 14 procesos electorales conocidos como sucesión presidencial. En este 2021 desapareció la solemnidad que envolvía al suceso en el quinto año del sexenio, al abrirse la precampaña del o los candidatos al cargo más importante de nuestra administración y manejo político del País.
En marzo pasado comenzó Don Macuspano a barajar nombres de posibles aspirantes y puso en primer término a la defeña que jefatura el Gobierno Capitalino. Seguramente lo hizo, porque él no es igual a sus antecesores, conservadores y neoliberales.
El presidente Lázaro Cárdenas, en 1939, designó a quien sería el sucesor. Sentó un precedente. Eran los días el naciente Partido Nacional Revolucionario y en 1994 terminó la costumbre de que el mandatario en turno “auscultaba” entre políticos, empresarios, mujeres y jóvenes para que un dirigente priista revelara el nombre del candidato. El Partido de la Revolución solo tuvo un candidato (Manuel Ávila Camacho) y en enero de 1946 surgió el PRI. Al ser asesinado Luis Donaldo Colosio Murrieta, el candidato PRIista fue nominado “en petit comité” (Fidel Velázquez, José Maríe Córdova Montoya y carlos salinas de gortari, entre otros) en Los Pinos.
“Para ser Papa, primero hay que ser Cardenal”, frase acuñada por el profesor Carlos Hank González. Es decir el candidato estaría entre los miembros del gabinete o haber pertenecido a él durante el sexenio en que se le postulaba. Así fue con Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, ambos ya no eran titulares de una secretaría. Vicente Fox y Enrique Peña Nieto, de gobernadores pasaron a Presidentes de la República. El curriculum político del actual fue la jefatura de Gobierno del Distrito Federal y la presidencia del PRD.
EL TAPADO FUMA ELEGANTES
“El Tapado Fuma Elegantes”. El recordado dibujante y caricaturista Abel Quezada, en las páginas editoriales del diario Excélsior aparecía su cartón, donde surgió “El Tapado” o sea el dibujo de una cabeza cubierta con una capucha y un cigarrillo en la boca. Se rumoraban nombres de quién sería el agraciado, todos del primer equipo presidencial. Lo de “fuma Delicados” era para dar la pista del heredero al trono y ese era Adolfo López Mateos, titular del Trabajo y Previsión Social. Su más fuerte rival, don Gilberto Flores Muñoz, de Agricultura y Ganadería, así como don Ángel Carvajal, de Gobernación, terminaron su sexenio como secretarios.
En los meses anteriores al “destapamiento” del aspirante a candidato presidencial, en el PRI, las especulaciones estaban a la orden del día. Los simpatizantes de los presuntos no paraban en su campaña a nivel nacional. En la sucesión de don Adolfo Ruiz Cortines, al ser entrevistado sobre el nombre de su candidato presidencial, el general Agustín Olachea Avilés, presidente nacional del entonces partido invencible, respondió: “El nombre está en un sobre lacrado”.
El 4 de Noviembre de 1957 los tres sectores del PRI, Obrero, Campesino y Popular, “abrieron el sobre y estaba escrito con tinta negra el nombre” de Adolfo López Mateos, toluco de 46 años de edad, que recibió a la juventud revolucionaria encabezada por el estudiante de Derecho, Jesús Arana Morales, y el profesor normalista y compañero de Arana en la Facultad de Derecho, Miguel Osorio Marbán. De moda en esos días, La Barca y El Reloj; empezó a circular el Diario de la Tarde, vespertino del diario Novedades. El Palacio de Hierro ofrecía trajes finos a 224 pesos.
El mismo Abel Quezada en los días anteriores al “lanzamiento” de la candidatura de don Gustavo Díaz Ordaz, publicó el dibujo de un cartón con letrero de señalización vial, en la curva de una carretera, anunciando: “Poblano Próximo”. El secretario de Gobernación nació en Andrés Chalchicomula, hoy Ciudad Serdán.
Por cierto que como candidato en un cerro leyó las grandes letras blancas: “Tehuacán con Díaz Ordaz” y tras de una carcajada, don Gustavo dijo: ¡Ha de saber horrible!” y en otra ocasión: “Si fuera cierto que los poblanos tienen dos caras, ¿no cree que ya me la hubiera cambiado?
¿Se ha perdido el ingenio? ¡No! Vivimos una etapa de retroceso en todo lo relacionado en aras de la supuesta apertura democrática, en los días de un autoritarismo, en la obsesión de un hombre que pretende equiparse con quienes si lucharon y nos heredaron una Nación progresista, los mexicanos unidos, una clase media floreciente, ideologías perfectamente definidas, así como seguridad para caminar por la Avenida Juárez, en la madrugada, sin riesgo alguno. Podía uno salir de casa sin que esta fuera visitada por los ladrones. El Presidente de México hablaba cuando era necesario.
NO GUARDARON LAS FORMAS
El Siglo XXI se caracteriza porque los cuatro primeros sexenios gubernamentales cayeron en manos de personas improvisadas para regir los destinos de un maravilloso País (así con mayúscula) como es México, reconocido mundialmente y que fuera el hermano mayor, el líder, en América Latina. Con cuatro Premios Nobel, con una cauda de literatos, un sinfín de compositores musicales, deportistas de renombre internacional, el primero en la televisión latinoamericana, etcétera.
Comenzamos con un empresario refresquero que se impuso internamente en el Partido Acción Nacional; diputados federal y “gobernador salinista”. Cumplió con su promesa de sacar al PRI de Los Pinos, pero compartió el poder con su esposa y ésta protegió a los hijos de su primer matrimonio en negocios millonarios.
Las malas lenguas afirmaron que Vicente Fox y Marthita se llevaron se llevaron, de Los Pinos, hasta los cestos de basura y la imagen presidencial quedó por los suelos. Fox perdió al ser candidato del PAN, “El Hijo Desobediente” que comenzó dirigiendo Banobras y 9 meses como secretario de Energía, Fox proponía a Santiago Creel Miranda.
El fracaso del “primer gobierno de la alternancia” (así con minúsculas) aumentó al llegar a la Presidencia de la República, un PANista con carrera política pero sin entender cuál era su misión. Ni tardo ni perezoso, se lanzó como “El Borras” contra los narcotraficantes. Con ello dio origen a una batalla incruenta, hoy suspendida bajo la premisa de “abrazos no balazos”.
Sin plan, sin estrategia, sin conocer la fuerza del enemigo Felipe Calderón inició la guerra. Sacó a los militares y a los marinos de sus cuarteles. Tiñó de rojo, con sangre humana, el suelo mexicano. Igual que su correligionario, no dejó sucesor blanquiazul.
Regresaron los del PRI a Palacio Nacional y a Los Pinos. Otro político de pueblo, sin ofender a los mexiquenses. Producto de la televisión, viudo y efímero esposo de una guapa actriz de telenovelas. No tenía ni idea de lo que representaba ser Presidente de México. Su equipo de trabajo, lo integró con sus compadres y cuates. Seis años de corrupción esplendorosa. Hoy, Enrique Peña Nieto, anda feliz por el mundo presumiendo a su guapa y juvenil novia. Simplemente demostró su desinterés por la sucesión presidencial.
Si ninguno de los tres anteriores guardó las formas institucionales, las reglas no escritas, los lineamientos prácticos, de una sucesión, el que ahora vive y despacha en Palacio Nacional caprichosa, visceral y autoritariamente hace y deshace al País.
El tabasqueño no abandona su campaña política que inició hace 21 años. Recorre ciudades capitales y municipios, rancherías, porque la gente está con él, no con el partido político Morena, cuya suerte es la misma que tuvo el PRD.
Por supuesto que no piensa los pasos que da. Su ocurrencia de abrir, en marzo pasado, la sucesión presidencial, tiene varias vertientes. La más relevante, distraer al pueblo. Enfrentar a sus colaboradores que tienen aspiraciones para sucederlo.
El juego es claro y nos está engañando con su “apoyo incondicional” a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Empoderó a su “amigo y hermano”, Adán Augusto, que puso de Secretario de Gobernación y mantiene al hombre clave del sexenio, el Secretario de Relaciones Exteriores, para la posible emergencia.