El Presidente de México Debe Tener Escolta

JORGE HERRERA VALENZUELA

SEGURIDAD Y LOGÍSTICA, INELUDIBLES, PARA EL PRESIDENTE

Siempre he sostenido que sea del partido que sea, de ideología derechista o izquierdista, el Presidente de México debe de ser respetado en su investidura institucional, así como no es optativo sino obligatorio que cuente con una escolta. Quien ostenta el cargo, por decisión del voto popular, deja de ser un ciudadano común y corriente. Desde el primer día de su ejercicio hasta el término del sexenio se debe cuidar su vida y la de su familia. Por eso existió el Estado Mayor Presidencial y la ayudantía civil.

Lo sucedido viernes, sábado y domingo en diferentes municipios chiapanecos, durante la gira de trabajo del Presidente de la República, a todos nos pone los pelos de punta por el riesgo que se corre. No creo que el Secretario de la Defensa Nacional desconozca que una de sus obligaciones es el resguardo de la vida del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, le guste o no a quien gobierna al país.

El político tabasqueño desapareció al Estado Mayor Presidencial y  Guardias Presidenciales, encargando su ayudantía a un grupo jefaturado por un restaurantero y después a varios de sus supuestos ayudantes los ha colocado en diferentes cargos administrativos. La realidad es que se vive un cambio que, esperamos y deseamos, no vaya a provocar problemas irreparables, porque el daño será para todos los mexicanos.

Se reitera en Palacio Nacional, inclusive es tema en el programa de televisión “La Mañanera”, que al presidente lo cuida “el pueblo bueno y sabio”. Es demasiado confiar la vida del más alto funcionario de México. Es lamentable que en estos casi tres primeros años del sexenio, ocurra algo inédito como lo fue el viernes en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, cuando un grupo de profesores pertenecientes a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE, le cerró el paso a la camioneta donde viajaba el Presidente de México.

LA VIDA DEL PRESIDENTE, EN RIESGO

La mañana del viernes 27 de agosto el tabasqueño se dirigía a las instalaciones militares en Tuxtla Gutiérrez, frente a las que profesores de la CNTE impidieron el paso a la camioneta del hijo predilecto de Macuspana, Tabasco, y pedían dialogar con él sobre sus demandas laborales no atendidas por el gobernador chiapaneco. No hubo respuesta y el presidente permaneció encerrado en el vehículo, durante dos horas y 13 minutos.

Lo que resulta inadmisible es que en el interior de la VII Región Militar se lleva a cabo “La Mañanera” y es el gobernador Rutilio Escandón Cadenas, quien inicia la conferencia. Con él estaban los titulares de la Defensa Nacional, de Marina, de la Guardia Nacional y Rosa Icela Rodríguez Velázquez, de Seguridad y Participación Ciudadana. Aunque hubiesen recibido la orden de “no emplear la fuerza”, los cuatro funcionarios tenían la obligación de disuadir, pacíficamente a los manifestantes y no permitir esa agresión, esa actitud violenta, contra el Presidente de México.

Cómo es posible que el general Luis Crescencio Sandoval González, el almirante José Rafael Ojeda Durán y el general Luis Rodríguez Bucio, responsables de la Sedena, Marina y la Guardia Nacional, permanecieran sentaditos y sin mover un dedo para evitar la retención del hombre que tiene en sus manos los destinos de México. ¿Jamás pasó por su mente el peligro que se corría?, máxime que la camioneta no es blindada y aun estándolo.

POLÍTICOS Y SOCIEDAD PRESIONEN

Frente a los acontecimientos y considerando que faltan poco mas de tres años del actual sexenio, los dirigentes de los partidos políticos, los de la iniciativa privada, los organismos de toda la sociedad y ésta misma, deben de presionar para que el Presidente de México, quiéralo o no, tenga un equipo de custodios y de apoyo logístico, profesionales, en sus oficinas y en las giras finsemaneras que acostumbra.

Esperemos y deseamos que no se registre ningún incidente y que al final de la administración se diga, “se los dije, no era necesario”. Pero, el pero que nunca falta, no lamentemos un mal momento y se presuma que fue obra de los políticos opositores, de los conservadores, de los neoliberales, de los fifís, porque nunca falta un trastornado, resentido o amargado que actúe por simismo.

KENNEDY EN PASEO DE LA REFORMA

En junio de 1962 el presidente John F. Kennedy y su esposa Jacqueline hicieron una visita diplomática de tres días a la Ciudad de México. Como reportero de La Prensa tuve el encargo de “cubrir” la información de algunas actividades del carismático Kennedy. La mañana en que depositó una ofrenda en la Columna de la Independencia, al descender por la escalerilla, se percató del entusiasmo de la gente que parada atrás de las  vallas sobre Paseo de la Reforma, lo vitoreaban y agitaban las manos saludándolo.

La gente respetaba las vallas metálicas. En un momento, Kennedy trató de acercarse para saludar de mano y uno de los agentes del Secret Service (Secreto Secreto) material y físicamente lo jaló del brazo izquierdo, al tiempo que le gritó “Mister Kennedy, here” y nuestro ilustre visitante ni pío dijo. Se incorporó al lado derecho del presidente Adolfo López Mateos.

CERO PREVISIÓN Y MÁS BLOQUEOS

Eso es lo que debió de hacer el general secretario Sandoval González al enterarse de que en el exterior de la instalación militar, un grupo de personas tenía sometido al Presidente de México, quien no acepta que fue rehén de miembros de la CNTE. Tampoco los encargados de la logística, tomaron medidas precautorias para evitar a los profesores seguir los pasos del Presidente de la República.

Se cuida al Presidente de México, no a la persona y sí a la institucionalidad. Más grave resulta esa situación, al no prevenir medidas para evitar la repetición de un acto de esa naturaleza. Dos veces más fue bloqueado el presidente. ¿Querrá ser mártir? ¿Busca ser héroe? Deben medirse las consecuencias para el país.

La menos culpable, de suceder un atentado,  sería la periodista Rosa Icela, egresada de nuestra añorada Escuela de Periodismo Carlos Septién García. No la conocí en mis 12 años de profesor en ese plantel. Sé que es una persona honesta, capaz, excelente en funciones administrativas y  leal al tabasqueño, sin la menor idea de lo que significa el cargo que ostenta, porque nunca se preparó para desempeñarse como policía o guardián de un funcionario.

EL PRESIDENTE MINIMIZA

La verdad no entiendo cómo un hombre que tenía suficiente capacidad y carisma para ser líder, desaprovechó la oportunidad que nunca antes un candidato presidencial tuvo.  Ni gobierna para todos los mexicanos, carece de la mentalidad conciliadora, tiene divididos a sus gobernados y parece disfrutar con todas las ocurrencias que le brotan, desde la rifa del avión presidencial hasta presumir que sus adversarios a él, le hacen “lo que el viento a Juárez”. Más adelante les comento sobre esa frase.

El político tabasqueño minimizó lo sucedido. “Lo hicieron el viernes en la mañana. Lo hicieron ayer en frontera y lo hicieron hoy (domingo 29) y no pudieron detenernos”. “El Presidente de México no puede huir, no puede ser rehén de nadie”. Palabras antecedidas de otra desafortunada expresión presidencial: “Ni FRENAAA ni la CNTE detienen al Presidente”. Las siglas corresponden al Frente Amplio Anti AMLO”, mención que no venía al caso.

Otra incongruencia. Todo México supo que la CNTE contó –y cuenta—con el apoyo de quien vive en Palacio Nacional. Han tenido más de lo que durante años exigieron al gobierno. Empieza hoy un grupo de centencistas a mover las aguas contra el mandamás del gobierno federal y éste dice que quien mueve los hilos en su contra es un exgobernador militante del Partido Verde.

El origen de la frase “A mí me hace lo que el viento a Juárez”, según escribió Fernando Benítez, es que Benito Juárez y sus amigos de la infancia caminaban en su pueblo cuando sopló un ventarrón y los niños se espantaron, menos Benito que se mantuvo firme, de píe. Segunda versión, Juárez sostenía una bandera nacional y se produjo un fuerte aire que ondeó al lábaro patrio, pero el oaxaqueño ni se despeinó. La menos creíble que la estatura de piedra de don Benito, en el Cerro de Las Campanas (Querétaro) resiste todos los embates del clima.

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