La pérdida del olfato era una afectación a la que se le daba muy poca importancia, incluso los estudios sobre ello eran muy pocos, sin embargo, a partir de que llegó el covid-19, el interés creció ya que es uno de los síntomas más característicos en las personas que lo padecen y no todos recuperan este sentido en forma inmediata.
La pérdida del olfato tiene diversos orígenes, entre ellos infecciones virales respiratorias y alergias; aquí es una pérdida moderada y temporal; pero las personas que tienen enfermedades neurodegenerativas (Alzheimer, Parkinson, depresión y otras) también experimentan perdida de olfato más marcada y permanente.
Estas tienen que ver con exponer a la persona a diversos olores, esta debe ser breve (no más de 30 segundos) y repetida (varias veces al día), además con olores muy característicos que no se confundan con otros como la madera, algún cítrico, el café, dulce, algo quemado o rancio.
Se fundan en la capacidad cerebral para distinguir, clasificar, discriminar, guardar y recordar olores, apela a la memoria olfativa.
A la persona con pérdida de olfato, también se le pueden presentan recipientes de vidrio con los olores, pueden ser a través de aceites esenciales de eucalipto, limón, menta, clavo, rosa y demás. Se le expone por un breve lapso de unos segundos, en este caso el ejercicio completo debe durar cerca de 2 minutos y se realiza en la mañana y la tarde.
En caso de no experimentar ninguna mejora en un lapso de 3 meses es necesario acudir a un otorrinolaringólogo para que revise el caso y otorgue otro método.