Te has puesto a pensar que, en comparación con épocas pasadas, vivimos mejor que nunca: avances médicos, tecnológicos, sociales… ¿Y por qué entonces nuestro cerebro presta más atención a las noticias negativas, a lo malo y está en constante alerta?
Hoy platicaremos sobre este tema.
Con frecuencia oímos expresiones que describen un mundo en continuo deterioro y un futuro poco promisorio: “esto ya no es lo que era” …” todo tiempo pasado fue mejor” …” nada como las generaciones pasadas” …” los jóvenes de ahora no son como los de antes”.
Pero como comenté en un principio las estadísticas retratan totalmente otro escenario: un mundo que es cada vez mejor en la mayoría de las dimensiones en que se puede evaluar.
Como afirma Gerver Torres, consejero de investigación de Gallup en la Revista El País: Aunque resulte difícil de creer: vivimos en la época de menor violencia de la humanidad; la pobreza se ha reducido considerablemente; la población mundial vive cada día más, es más educada, tiene mayores ingresos.
El mundo en general se ha hecho más democrático, con el acceso creciente de muchas personas a la participación y a la toma de decisiones públicas.
La gente también responde en el mismo sentido a encuestas en donde se les pregunta sobre su propia vida. Hay mayor número de personas que afirman que sus condiciones son mejores que las de sus padres; que viven mejor que en el pasado reciente y que esperan más de un futuro cercano.
Viene entonces la pregunta: ¿a qué se debe la diferencia entre esta situación y el estado de nuestro optimismo sobre la evolución del planeta?
Los expertos dan algunas razones del porqué:
La primera es que tendemos a prestarle mayor atención a las noticias negativas que a las positivas. Eso tiene que ver con nuestros sesgos emocionales y cognitivos.
Nuestro cerebro está hecho para alertar en primer lugar de los peligros, y una mala noticia, como ocurre con ellos, puede poner en riesgo nuestra vida.
En cambio, una buena noticia difícilmente puede ser una amenaza. Tal vez por esa misma razón nuestra reacción a las pérdidas es asimétrica con relación a nuestra respuesta ante las ganancias. Las personas se entristecen más por perder doscientos pesos, de lo que se alegra por ganarlos.
La segunda razón es que tendemos a proyectar sobre el mundo la evolución de nuestra propia vida como individuos. Es decir, tenemos generalmente una etapa dorada que es la de nuestra infancia, donde estuvimos o así lo sentimos, totalmente protegidos, con todo asegurado.
Luego nos vamos adentrando en un mundo de mayores retos y dificultades, que para muchos se acentúa considerablemente con las limitaciones e inconvenientes del envejecimiento.
Una tercera razón es el desarrollo tecnológico y de los medios de comunicación masivos, que permiten que cualquier noticia negativa se difunda masivamente y a la velocidad de la luz. Toda persona con un teléfono celular en sus manos es como un reportero universal.
La cuarta razón es que tendemos a negar el presente y pensar que otra cosa o persona sería mejor. Es decir, un político al ganar un cargo dirá que su gobierno será mejor que el anterior; un arquitecto al conocer tu casa, dirá que podrías vivir en un mejor espacio. No por el hecho de experimentar cambios en la vida diaria, estos tienen que ser mejores que los que ya hemos vivido. Podemos seguir haciendo lo mismo y estar bien.
Una vez que hemos reflexionado sobre las principales razones por las cuales tendemos a ser precavidos y hasta pesimistas podemos matizarlas y corregirlas.
Primero, poniendo atención en los datos más objetivos que se nos presentan en las diferentes áreas de nuestra vida: social, política, familiar, económica, etc.
Y segundo, tener presente que para realizar algo nuevo, no necesariamente tenemos que ser negativos y devaluar todo aquello sobre lo cual vamos a construir. Podemos adoptar siempre la actitud del que reconoce los avances logrados y plantea nuevas metas y posibilidades.
Es importante que conozcas tu temperamento natural, que sepas si eres un hombre o mujer que tiende a ser pesimista, que ves el vaso medio vacío, o bien tu vaso está medio lleno.
Una disposición más optimista nos mantendrá al final más alegres, más felices, al tiempo que nos hará más eficientes y productivos.
Fuente: yoinfluyo.com