Alfredo Palacios mucho más que un estilista…

Claudia Pérez Atamoros

Hombre agradecido. Hombre de fe . Chambeador. Discreto. Conocido como El Estilista de las estrellas por más de medio siglo y  Rey de la radio por las últimas tres décadas, Alfredo Palacios, ha muerto.

Con él,  concluye toda una época de la televisión mexicana; su fallecimiento pone fin a  un ciclo en el cual no pueden entenderse ni dejar de admirarse las espectaculares cabelleras y peinados creados por él y que formaron parte importantísima de la imagen de las actrices mexicanas: Katy Jurado, La Tigresa, Lucía Mendez, Silvia Pinal, María Victoria… ; de los concursos de belleza en donde transformaba los peinados de las mises y les daba luz propia como aquella melena de Felicia Mercado…

Alfredo Palacios fue un artista pero también un confesor. Supo escuchar y guardar los secretos confiados por sus clientas y amigas.

Y se los llevó a la tumba junto con un sinfín de verdades nunca dichas, muchas,  a pesar de que en 2018 se le ofreció hacer una bioserie en la que, a cambio  de una cifra de 7 dígitos,  revelara no solo las cuitas sino todos y cada uno de los más íntimos secretos  de quienes a lo largo de los años se vieron beneficiadas por  su arte estilístico primero sentadas en los sillones de aquel salón de belleza en la calle de Marsella en la zona rosa de la capital mexicana y luego en la estética de Polanco.

En el plano más elemental de su historia nos quedaremos con las ganas de oírlo confesar, sin pelos en la lengua, la verdadera causa de su enemistad con la actriz Verónica Castro;  en otros aspectos que le fueron más vitales, le recordaremos siempre como un ser humano en búsqueda permanente de a quién y cómo ayudar.  Mesías que fue y de muchos.  Amigo cabal, leal e incondicional. Su inicios en la tv mexicana en programas de consejos se remontan a finales de la década de los 70 en compañía de Evelyn LaPuente.

Alfredo Palacios escribió muchas historias de éxito. Acompañó -por cuate y sin cobrar un quinto- a la Castro en su primer contrato internacional; la peinó -cada día- durante las transmisiones  nocturnas de Mala Noche y Aquí está (y aún más); desplegó la cabellera de la Mendez en Viviana y de ahí pal real; cuidó de Irma Serrano en una de las épocas más oscuras de La Tigresa; cobijó y promocionó el talento de Mitzy; prestó mil y un veces su presencia e imagen para fomentar la asistencia al teatro mexicano; fue un impulsor y gran publirelacionista de aquellas míticas temporadas de cantantes en El Patio; fue pareja en incontables noches de estreno de diversas figuras artísticas pero sin duda, sin duda alguna, su mejor y más universal corte fue cortar siempre por lo sano, alejarse de quienes emanaban miserias y no aportaban luz a su vida. Fue un hombre sensible, sencillo y sensato.

Y el amarillismo nunca lo tocó. Jamás dio cabida a escándalos por más que pudo haber dado LA NOTA.

Se blindó de sus detractores que ante la carencia de argumentos sólidos con los cuales denostarlo, señalaban sus fallidas cirugías o su imagen.

Amigo, buen trayecto, que tu estancia esté llena de luz.

Gracias por por ese brevísimo reencuentro epistolar feisbuquero en el que constaté que podía estarte fallando el cuerpo pero que tú y todo tu ser seguían brillando con una luz espectacular.

Hoy el universo se congratula de tu inmortalidad. Hasta siempre. Gracias.

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