Estamos en el Día Mundial de la Salud, y aunque la salud ha sido uno de los temas principales desde la llegada de la 4T, en los hechos parece todo lo contrario. En el inicio de la “transformación” con López Obrador se ha venido tocando la narrativa de que, con el IMSS Bienestar, los problemas de acceso a la salud desaparecerían ya que habría acceso a la salud de manera gratuita y de calidad para toda la población del país, y aunque este discurso sea excelente, los datos a nivel estatal y nacional dicen todo lo contrario; eso se refleja cuando vemos que cada vez más personas en el estado dependen del sector privado para atenderse, compran medicamentos por su cuenta y resuelven lo urgente con sus propios recursos.
Según la más reciente Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica (ENADID 2023), el 74.8% de la población sonorense está afiliada a algún servicio de salud, un retroceso si tomamos en cuenta que según los mismos datos de la ENADID, en 2018 teníamos un 84.5%; lo que significa que una de cada cuatro personas no tiene cobertura médica formal.
En paralelo, los datos del CONEVAL muestran que la carencia de acceso a servicios de salud en Hermosillo —la capital del estado— creció del 15.3% en 2018 al 23.3% en 2023.
Esto también se nota en los hábitos de atención. Aunque el IMSS sigue siendo el principal punto de consulta (37.2%), 23.2% de los pacientes ya acuden a consultorios de farmacia, y 15.7% prefieren clínicas privadas. Es decir, casi 4 de cada 10 personas se atienden fuera del sistema público.
El crecimiento del sector privado: ¿solución o síntoma?
Del 2018 a 2023 se registró la apertura de 291 nuevas farmacias, según datos proporcionados por el INEGI y la Secretaría de Salud, el número de farmacias en Sonora creció más del 230%. Este aumento no necesariamente refleja mejor salud, sino mayor dependencia del bolsillo propio.
El crecimiento del sector privado no es una solución en sí misma, sino más bien el reflejo de un sistema de salud pública que no está cumpliendo con su papel. Que hoy tengamos más farmacias a la vuelta de la esquina o consultorios privados en casi cada colonia no necesariamente es progreso: es una señal de que la gente ya no espera ser atendida por el sistema público, porque no le tiene confianza o simplemente no encuentra respuesta. Si contáramos con servicios públicos accesibles, resolutivos y funcionales, esas alternativas no serían tan populares ni tan necesarias.
La desconfianza también cuesta
La Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG 2023) revela otro dato clave: casi 1 de cada 3 adultos desconfía en algún grado de los hospitales públicos. La calificación promedio de confianza es de apenas 6.8 sobre 10. Si a esto sumamos la saturación, el desabasto de medicamentos y la rotación de personal médico, es claro por qué tanta gente ha optado por alternativas fuera del sistema.
¿Hacia dónde vamos?
Hoy, en el Día Mundial de la Salud, conviene preguntarnos si esta tendencia es sostenible. Que más personas recurran al sector privado puede parecer positivo en términos de opciones, pero también revela una debilidad estructural: nuestro sistema público está dejando de ser suficiente para atender a toda la población.
El derecho a la salud no debería depender del nivel socioeconómico, pero en la práctica, tener acceso a una consulta o a un tratamiento sí depende, cada vez más, del ingreso personal. Y eso nos aleja del ideal de un sistema de salud universal, accesible y gratuito, como lo han estado prometiendo desde el inicio de la “cuarta transformación”, y no solo lo prometen, también afirman que ya se cumplió y que se sigue cumpliendo; la salud pública está en retroceso, y con ella, la promesa de un derecho básico para todas y todos.
También es de destacar que a diferencia del sexenio anterior en el que se afirmaba que teníamos el mejor sistema de salud del mundo, el diagnóstico que en éste se ha hecho y el tratamiento que se ha definido para hacerle frente, echa por tierra aquella afirmación y reconoce que el paciente está delicado. Ojalá ahora si se haga algo para aliviarlo y que los hechos respalden el discurso.