“La madre que se queda en casa y que únicamente debe cuidar a los hijos, el esposo y el hogar, cambió. En la actualidad su rol es mucho más variado, complicado y presionante», comenta Cecilia Alvarado, socióloga.
Añade que el rol de la maternidad ha tenido cambios radicales durante las últimas décadas, esto gracias al activismo en pro de la equidad de género, la transformación de la mujer y las necesidades de la sociedad moderna.
Roles establecidos
Anteriormente, el rol de la madre se resumía en la crianza de los hijos, el mantenimiento del hogar.
Ellas estaban únicamente para preparar los alimentos, mantener limpios y cuidados a los pequeños, cuidar cada aspecto de la casa y de la apariencia del esposo, mientras que los hombres se iban a trabajar para dar sustento a la familia.
Sin embargo, la mujer hace más de 100 años se ha integrado a la fuerza laboral y eso ha ido generando cambios, lentos y paulatinos, para dejar de percibir su rol únicamente para concebir, criar y cuidar sus familias.
“En las últimas décadas las mujeres nos hemos empoderado de nuestro derecho a obtener una educación digna, así como la oportunidad para desempeñarnos profesionalmente a toda escala. Por eso ahora no es difícil ver madres liderando empresas, acciones políticas, educativas y más”, señala Alvarado.
Todo esto a pesar de que el rol antiguo de la madre sigue estando presente y vigente en la sociedad actual.
Alvarado sostiene que dentro de la sociedad se mantiene la ‘implícita obligación’ de que siga siendo la mujer, sin importar en el área en que ella se desempeñe, la que debe cumplir su papel impuesto desde el nacimiento de las familias para no ir en contra del núcleo social.
“Si bien es cierto ahora la madre no solo es un pilar dentro de la casa, sino dentro del funcionamiento adecuado de la misma sociedad, hay familias que, previo acuerdo mutuo, impulsan que la mujer se quede en la casa cumpliendo la representación social que por milenios ha tenido», agregó la socióloga.
Con esta premisa, se sostiene que en los últimos 50 años uno de los más importantes logros obtenidos en la sociedad no es el que la mujer no haya logrado independizarse por completo de los estereotipos de género, pero sí la conquista de cierta libertad para elegir el cómo desempeñarse y enfrentarse a una sociedad diseñada y dirigida para hombres.
El equilibrio
A pesar del cambio social que hoy en día es más visible que nunca, el rol de ama de casa y madre dedicada al cuidado del hogar y de los hijos se compagina con el rol profesional, por eso es muy común ver más familias uniparentales de madres solteras, divorciadas o viudas que tienen que dividirse el tiempo entre cuidar a los hijos y trabajar, donde, además, perciben un salario menor que al de los hombres, aunque realicen las mismas o más tareas.
Ahora, las mujeres tienen responsabilidades laborales, como cumplir jornadas de trabajo extensas, y también responsabilidades familiares, como revisar que los niños hayan hecho su tarea y mantener la casa en orden.
Según estudios internacionales, el 91,9% de las mujeres emplean más tiempo en el hogar y la familia, tareas que les representan sobre 4,29 horas de dedicación diarias. Mientras que los hombres lo hacen en el 74,7% y dedican una media de 2,35 minutos.
Respecto al cuidado de los hijos, las mujeres lo asumen en solitario en un 33% frente al 2,19% de padres que lo hacen solos.
“Hemos visto cómo las mujeres, incluso, se obligan o se ven obligadas, a desempeñar una jornada laboral más pesada porque se requiere de ‘casi perfección’ para no ser tachadas por ‘incompetencias’ al no lograr equiparar sus labores en la oficina y el hogar”, dice Alvarado.
Esto implica que se descuide la atención hacia sus hijos, por lo que en muchas ocasiones son señaladas sin entender que, en la sociedad, a pesar de su evolución, todavía se sigue exigiendo más de la mujer – madre, impidiendo que se logre un equilibrio entre sus tareas en el hogar y en el trabajo.
Esto no es algo que suceda en todos los casos, pero en las sociedades más equitativas, donde los ingresos de las mujeres son iguales a los ingresos de los hombres (como en Finlandia), el género masculino ha evolucionado a pasos agigantados rumbo a un equilibrio admirable que contribuye a la crianza de niños con valores y principios fundamentados en la equidad, el respeto y la justicia.
Esto se ha conseguido gracias a la inclusión progresiva de los padres en el cuidado de los hijos y del hogar, la decisión de compartir tareas y la repartición equitativa de las responsabilidades familiares.
Sin embargo, no se puede negar que todavía hay creencias que continúan entorpeciendo el proceso de integración de los hombres a las tareas del hogar, como la idea de que las mujeres pueden hacer cosas que los hombres no pueden.
Cambios
Bajo esta premisa, sin duda alguna ser madre y profesional en el siglo XXI exige nuevos retos para la mujer, ya que estos tiempos requieren nuevas formas para educar.
En la actualidad, se ha pasado de la antigua concepción autoritaria y de obediencia a una de permisividad, donde los hijos conocen sus derechos y se han vuelto más conscientes de su espacio.
Todo eso sumado a la parte profesional, donde en ocasiones las empresas esperan una labor de más de ocho horas diarias, restan cada vez más el tiempo para las labores del hogar, la revisión de tareas, juegos, charlas, etc.
Por ello la psicóloga Gina Jurado, hace énfasis en que la madre sigue siendo el pilar de una familia y debe preocuparse por transmitir principios y valores a sus hijos mediante un diálogo constante, de respeto y amor, lo que debe ser reconocido por la sociedad, con incentivos económicos, de tiempo y espacios.
“Esto suena bonito en teoría, pero la realidad no es así, por lo que deben generarse políticas de Estado reales en las que se reconozca esta valía de la mujer – madre y se convengan ciertos acuerdos para que todo ese esfuerzo se vea recompensado en un mejor trato laboral y económico que le permitan a la madre equiparar sus cargas y así procurar una mejor salud física y mental para ellas y por ende sus familias y la sociedad en general», finalizó Jurado.
No hay que obligarse a ser perfectas
Hay muchas mujeres que se ponen la meta tan alta que acaban desarrollando una gran angustia por sus tareas diarias, lo que las lleva a generar cuadros de ansiedad que degeneran en afectaciones en su salud física, emocional y psicológica.
La psicóloga Gina Jurado comenta que en el rol de una madre es bueno tratar de mejorar cada día, pero hay que aprender a convivir con los imprevistos que harán difícil lograr ‘la perfección’.
“Una casa desordenada de vez en cuando, malas notas, peleas entre los hijos, comida quemada, llamados al colegio, entre otros imprevistos son normales y bajo ninguna circunstancia hacen que una madre sea mala por ello, tenemos que entender que no todo puede estar bajo control al 100% y que es mejor encontrar soluciones a consumirnos en que las cosas, en ocasiones, no salen como esperamos”, puntualizó la experta.
Menciona que está bien ser exigente, pero es indispensable recordar que todos tienen derecho a equivocarse y que nada de eso hace que su valía como ser humano decaiga.