Aunque muchos hombres no tienen problemas en asumir puestos de mayor responsabilidad en el trabajo y dirigir proyectos o equipos, en sus hogares no tienen la misma disposición. Pero no es que se nieguen a realizar tareas domésticas, sino que sólo las hacen cuando su pareja se los pide. ¿Y qué tiene de malo esto? puede que se pregunten muchos. La respuesta está en un concepto bautizado como “carga mental”.
“Si comparamos el hogar con una gran compañía veremos que, en la gran mayoría de los casos, ellas son las que programan, prevén, diseñan planes, adelantan posibles fallos o problemas y tienen en cuenta todos los detalles y la interacción de las partes. Pero, además de esta labor de ejecutivo, las amas de casa realizan también los trabajos reservados a los empleados, a la mano de obra: cocinan, limpian, cuidan a otros, ponen lavadoras, hacen la compra o bajan la basura”, explica el diario El País.
La carga mental puede traducirse en todo ese trabajo invisible y muy poco valorado que implica la administración de un hogar, y que obliga a que las mujeres nunca paren de trabajar ni física ni mentalmente porque siempre deben estar pensando en cada detalle y en cada cosa que falta por hacer, mientras la pareja sólo se limita a recibir instrucciones.
Para la psicóloga española Violeta Alcocer, “el problema está en que hay una falta de conciencia absoluta respecto a esta cuestión”. La experta revisó un estudio de la compañía Procter & Gamble en su país que demostró que 3 de cada 4 mujeres tiene esta carga mental y que al menos un 40% desconoce este concepto.
“Dentro de esta investigación se incluye un experimento en el que se le pide a varias parejas reales que apunten en sus teléfonos móviles todas las tareas de casa que han hecho durante una semana. Aunque el 46% de las parejas creen que comparten estas labores, el resultado es revelador porque los hombres hacen muy pocas anotaciones. Son muchos y muchas los que nunca han oído hablar de este concepto y se sorprenden cuando descubren que sobre ellas recae no solo la mayor parte de las tareas, sino también la labor de estrategia”, indicó la profesional.
El problema de esta carga mental, es que nadie la valora porque es invisible y en general en la sociedad no se reconoce el trabajo doméstico y se asume que es algo casi instintivamente femenino. Además, como muchos hombres sólo esperan que la mujer les diga qué hacer -y lo hacen cuando les piden algo- creen que la repartición de las tareas en el hogar es equitativa cuando no lo es.
“La carga mental está detrás de muchas peleas, crisis de pareja y hasta rupturas, ya que genera mucha desigualdad y descontento. Sentimientos de angustia que no se saben muy bien de dónde vienen. En parejas sin hijos, es común que estas disputas se tapen contratando a una persona que venga a limpiar unos días a la semana. Es una forma de ocultar el problema, pero cuando llegan los niños es ya más complicado, porque es más difícil delegar en otro la crianza y educación de los hijos”, explicó Alcocer.
“Hay momentos clave en la vida de las personas donde la carga mental se hace evidente. La post-maternidad, o cuando los padres se hacen mayores y requieren más cuidados, o incluso vienen a vivir a casa. No es casualidad que las mujeres consuman más antidepresivos y ansiolíticos que los hombres”, añadió.
En general, quienes más sufren de carga mental son las madres. “La carga mental de las madres hace que el verbo conciliar sea más difícil de conjugar para ellas, e influye en la desigualdad por géneros del mundo laboral”, asegura Maite Egoscozabal, socióloga del Club de Malasmadres.
El estudio de Procter & Gamble propone como medida para combatir la situación “visualizar el hogar como una empresa en la que hay diferentes departamentos: de ropa, comida, limpieza, educación o decoración. Acto seguido hay que cuestionarse quién dirige y coordina cada uno (aunque luego todos aporten su granito de arena en el ejercicio de las tareas), quién conoce lo que se hace en ellos y quién es más probable que diga cosas como: “He pensado que hay que hacer esto”, “¡Acuérdate de comprar tal o cual cosa!” o «¿Hiciste lo que te pedí?”.
“Una vez que se ha detectado a la persona que soporta más carga mental, el primer paso lo debe dar el que está más cómodo y comprometerse a ser más activo en la parte estructural y organizativa. Pero esto va a necesitar de un periodo de ajuste y, es probable que la persona que entra en juego se equivoque y cometa fallos, por lo que hay que tener paciencia y darle su tiempo”, señala Alcocer.
En esto la psicóloga recomienda también atreverse a delegar. Frases como “déjalo así, yo lo hago”, “me voy, pero dejé la comida lista”, “cualquier cosa, llámame”, son comunes en las mujeres. Alcocer recomienda que si te sientes superada por la “carga mental” y ya acordaste con tu pareja mejorar esto, saques de tu vocabulario estas afirmaciones y dejes que la otra persona se las arregle sola también.
Quien graficó muy bien el concepto de “carga mental” fue la ilustradora francesa Emma Clit quien creó un cómic titulado “Me lo podrías haber pedido” en el que se refiere a cómo suele funcionar la gestión del hogar.
A continuación, puedes ver su historieta y entender qué es lo que ocurre en muchos hogares y por qué muchas mujeres están tan cansadas.