Todos estamos acostumbrados a la imagen de un ser humano paseando acompañado de su perro, el ejercicio más básico que podemos compartir entre el racional y el no racional.
Aparte del evidente y positivo trabajo orgánico que proporciona el ejercicio para los participantes, existe un beneficio tan o más importante que el propio aporte de tonificación muscular, mejora circulatoria… que es el refuerzo del vínculo entre el humano y el cánido, un refuerzo que abre las puertas a una mejora en la comunicación y a un mayor disfrute de la relación.
Si nos ceñimos a lo puramente físico, debemos tener MUY presente que debemos hacer todo lo posible para adecuar el tipo de ejercicio, deporte, o actividad, a las características individuales de nuestro perro: no todos los ejercicios son adecuados para todo tipo de animal.
Podríamos decir que la consecución de una actividad especial, de un deporte, depende en gran medida de:
- La predisposición genética del animal a la realización de determinadas tareas.
- Del tipo de entrenamiento recibido.
- De la adecuada alimentación del animal para los requerimientos especiales a los que se enfrenta.
Factores genéticos
Las características genéticas de un perro deben adecuarse lo más posible al tipo de ejercicio que vaya a realizar… es difícil imaginarse a un San Bernardo corriendo detrás de un señuelo de liebre o a un Pomerania haciendo presa en una manga…
Pero algo que nunca debemos olvidar es que el DESEO del animal por cumplir sus funciones es realmente decisivo; si un perro de caza no tiene el más mínimo interés por marcar la pieza… si un perro pastor no tiene deseos de cuidar el rebaño, las características genéticas, el mejor de los entrenamientos y la más adecuada alimentación pierden toda su fuerza.
Existen también limitaciones físicas: la conformación corporal, la posible existencia de problemas ortopédicos, el tipo de fibra muscular… todas estas circunstancias pueden limitar el rendimiento del animal.
Finalmente diremos que el entrenamiento y la alimentación mejoran el rendimiento, pero jamás llegan a contrarrestar las posibles limitaciones genéticas.
Entrenamiento
Un correcto plan de entrenamiento debe asegurar que la intensidad, la duración y la frecuencia se correspondan con la capacidad real del animal y con el nivel deseado de rendimiento.
Son muchos los perros deportistas que están mal entrenados; ello es generalmente debido a la estacionalidad de su labor deportiva, como el caso de los perros de caza: gran parte del año inactivos y contados periodos en alto rendimiento.
Un correcto entrenamiento debe proporcionar al animal ejercicio constante: si el plan de entrenamiento es adecuado conseguiremos una adaptación del animal a la función a realizar, incluso mejoraremos sustancialmente las posibles deficiencias genéticas del individuo para la consecución de una función concreta.
Los cambios experimentados, los BENEFICIOS durante un apropiado entrenamiento:
- Potencian la masa ósea.
- Facilitan la hipertrofia muscular.
- Produce una expansión del volumen plasmático.
- Aumenta y mejora la función cardiovascular…
Todos estos cambios orgánicos, fruto de un adecuado plan de entrenamiento, consiguen que el animal presente un mayor rendimiento.
Nutrición
Es evidente que la alimentación, por muy adecuada que sea, jamás contrarrestará las deficiencias genéticas o las de un inadecuado entrenamiento.
Lo que sí nos ofrece una alimentación adecuada es que el perro de deporte pueda realizar una función acorde a su genética y al entrenamiento recibido.
Como sucede en cualquier otro perro, el tipo de alimento, la cantidad recibida y el método de alimentación, deben satisfacer sus necesidades.
Evaluación del animal y del ejercicio
Cuando tengamos un perro y queramos someterlo a algún tipo de ejercicio, debemos tener muy presente que la visita al veterinario para la valoración del estado real del animal es un paso previo imprescindible.
El profesional deberá contar con la información detallada sobre el estilo de vida del animal, si vive dentro o fuera de casa, el ejercicio que realiza hasta el momento de forma espontánea (por si mismo) o inducida (con nosotros), número de animales que le acompañan…
En la información al veterinario debemos comentar el alimento, suplementos y “premios”, cantidad, momento de la alimentación con relación al ejercicio…
Con estos datos y la realización de las pruebas que el profesional considere oportunas (analítica sanguínea, heces y orina, RX, electro…) para valorar el estado sanitario del animal, nos plantearemos el tipo de ejercicio a realizar.
El ejercicio puede ser clasificado en tres grupos:
- De intensidad elevada durante menos de dos minutos.
- De intensidad intermedia durante algunos minutos o pocas horas.
- De resistencia durante muchas horas.
La mayoría de los perros que desarrollan alguna actividad física están englobados en el segundo grupo, los de actividad de intensidad intermedia.
También es muy importante, para la valoración completa, conocer si el animal se enfrentará a temperaturas extremas, estrés “psicológico” o territorios de complicado acceso:
- Las temperaturas elevadas aumentan el trabajo y la pérdida de agua.
- La humedad ambiente elevada reduce el enfriamiento que se produce por la evaporación y aumenta el trabajo orgánico necesario para perder calor.
- Las temperaturas frías aumentan los requerimientos energéticos y provocan una disipación de calor durante el ejercicio.
- El estrés aumenta la temperatura corporal y la frecuencia respiratoria por lo que los requerimientos energéticos son mayores.