La depresión se caracteriza por ser “un hundimiento vital”
en el que se sufre en todo el ser, se sufre por vivir”
Ángel Aguirre Baztán
Antropólogo, filósofo y psicólogo.
Lo que cuenta simplemente es ese momento de pánico
y no su explicación.
René Magritte.
Pintor Belga
Aprendí, en el siglo pasado –por duro que suene- que en el periodismo nunca debían de exponerse las debilidades del autor ni tratar temas de índole personal: “no le importan al lector”, me dijeron; que este buscaba tan solo noticias, datos duros, precisos y, si acaso, alguna que otra nota de color.
Los propios géneros periodísticos tratan del otro, nunca de uno mismo, salvo y salve el de opinión (política), aunque incluso, en él se vierten conceptos y apreciaciones a título personal, pero sobre algo o alguien más. La crónica misma (ese ejercicio periodístico que permite lucir la pluma) es acerca de los otros…
Afortunadamente, todo evoluciona. Y el “yoísmo” llegó al periodismo de opinión y nos identifica con nuestros pares de género, posición, ideología, religión, etc., etc.
Solo aquellos que surcan el sinuoso camino de la depresión mayor y las crisis de pánico (que no necesariamente van “junto con pegado”) pueden dar fe de lo extremo
y desgastante
y artero
y hartante
y desquiciante
y desalentador
y hasta suicida que pueden llegar a ser esas enfermedades mentales que no son otra cosa más que el sufrimiento avasallante que padecen algunos seres por el simple hecho de “vivir”. Yo soy testimonio vivo de ello.
Las cifras me son apabullantes. Más de 300 millones de personas padecen depresión y es la principal causa de discapacidad en el mundo. Cerca de la mitad no reciben tratamiento; las crisis de pánico afectan al 30% de la población mundial y aunque su clasificación fue aceptada hasta 1980 por la OMS, ya los griegos sabían del dios Pan. Su sola presencia producía Panikón.
Pero, ¿qué es la depresión? ¿Qué son los ataques de pánico?
Obvio no son males de nuestro tiempo, pero sí.
Se han incrementado y visibilizado en el siglo XXI. Ni qué decir en estos tiempos pandémicos en los que son abrumadores las cifras a la alza y los suicidios entre los jóvenes.
Son padecimientos psiquiátricos (de ahí el estigma “están locos”, “me estoy volviendo loca, me voy a morir”), enfermedades mentales, pues, que se producen en el cuerpo y la mente de las personas por diversas causas y motivos que pueden ir desde un déficit de neurotransmisores hasta un mal manejo de las emociones y procesos de vida; pueden surgir en la infancia o bien presentarse hasta la adultez, y en todo momento, nos guste o no, deben ser tratadas con terapia y medicamentos. A veces, se requieren de tratamientos más invasivos y repetitivos. Pueden tardar años en curarse o, incluso, solo controlarse. Lo más importante, en todo caso, es reconocernos como enfermos y ponernos en manos de expertos. Confiar. Hablar. Y tratar de sobrellevar el padecimiento y sobrevivir a él.
La depresión no es, ni por mucho, una tristeza profunda. ¡No! Es mucho más que ello y ello sumado. Es esa incapacidad para realizar las actividades más indispensables. Es esa sonrisa que esconde mil y un pensamientos inentendibles; es esa mirada que no refleja, también es ese escudo de que todo está bien aunque sabemos que es imposible…
La crisis de pánico, no es solo miedo. Es aterrador, es sudor frío que recorre en vertical nuestro cuerpo; es mirar a la muerte a los ojos aunque nos digan que “tranquilos, no pasa nada, no te vas a morir”.
Pero… a pesar de estas sensaciones y manifestaciones corpóreas y mentales, nada es peor que la resaca espiritual que aparece tras un momento de lucidez en el proceso depresivo o tras la crisis de pánico.
Vergüenza. Aislamiento. ¿Estoy loca? ¿Esto es vida? ¿Por qué a mí? ¿Soy cobarde? ¿Me faltan agallas?
Es pasar de la vida activa, productiva y feliz a una reducida, limitada y llena de impotencia y frustración.
Para el egonómetro de quienes hemos sido víctimas clientelares de estos padecimientos psicológicos y existenciales, existen cuarteaduras que dejan pasar la luz y nos iluminan sobre lo que se dice respecto de nosotros y por qué cuesta tanto “dar nuestra mano a torcer” y buscar ayuda pese a que creamos que lo tenemos todo y que a nosotros, ¡NO!.
Dicen los expertos y lo consignan libros al respecto que “antes de aparecer los ataques de pánico (e incluso la depresión), el panicoso o depresivo suele ser una persona a la que no le perturba nada, conscientemente. “Que es una persona que suele resolver y avanzar en su vida. Son despiertos e inteligentes, exitosos en casi todo. Responsables y exigentes que tratan de resolver todo por cuenta propia y lo logran de manera rápida y eficaz y, en general, tienen un buen desempeño en casi todas las áreas de su vida”…
Será el sereno pero… a fin de cuentas, al menos para mí, El Horla (cuento corto de Guy de Maupassant, 1882) siempre está ahí, unas veces contenido, otras expandido.