De manera oficial ayer arrancó el proceso electoral. Los tiempos marcan que este inicia nueve meses antes de que se registre la Jornada electoral. No es la primera ocasión que se adjetiva a una elección como la Madre de todas las anteriores en referencia a que, por sus características, supera todas las registradas.
Ahora se nos ha dicho que esta lo es por las dimensiones que pudiera alcanzar. Los números ilustran: 95 millones de electores estaríamos en posibilidades de ir a las urnas para elegir a nuestros correspondientes representantes que competirán por alguno de los más de 21 mil puestos en disputa.
El INE tendrá que capacitar a 12 millones 400 mil ciudadanos para que reciban nuestros votos en las 164 mil casillas que deberán instalarse, y habilitarlos no solo con los instrumentos para la recepción de las boletas, sino también equiparlos de acuerdo a los protocolos de seguridad por la pandemia. Según los cálculos, en cada casilla este equipo de seguridad de sus funcionarios significará un gasto de 1800 pesos; en total, por este concepto, la próxima jornada electoral habrá de requerir, 380 millones de pesos.
Estos números nos dan una idea de la dimensión y los costos del proceso electoral. Las elecciones intermedias se caracterizan por tener menos atractivo que una elección presidencial. Sin embargo, las características que envuelven a esta serán dignas de una crónica detallada que registre para la historia un proceso que se da inmediatamente después de que se hubiere inaugurado un pretendido cambio de
régimen que aún es temprano para calcular su alcance, sus logros y sus retrocesos.
Un proceso, que derivado de la pandemia por el COVID 19, habrá de modificar muchas de las formas a las que estábamos acostumbrados quienes pedirán el voto y quienes seremos convocados a votar. Un proceso electoral en el que los video escándalos harán carrera de relevos para ver finalmente quién llega a la meta, menos golpeado.
En el proceso electoral se utilizan muchos recursos. Mucho dinero que viene de nosotros los contribuyentes. En tanto más abstencionismo exista, más caro sale el voto. Entre más permitamos que las emociones nublen la razón, mayor será el riesgo de hacer una mala elección.
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